Perú se clasificó por fin para el Mundial y Santiago Roncagliolo escribió un artículo precioso en El País. Después de años ejerciendo de cenizo respecto a su selección nacional, después de años acumulando fracasos y premoniciones acertadas, tomando distancia en el dolor de la derrota, el escritor mostró en la victoria su «admiración y ternura a los que no se dejaron desalentar». «Durante tres décadas», firmó, «he creído firmemente que una coraza de ironía es la única defensa posible ante el sufrimiento». Pero, en la vida siempre hay un pero, y en ocasiones incluso un pero bueno: «Ahora sé que el cinismo te blinda contra la decepción pero te castra la ilusión. Y eso no vale la pena».

Es difícil no ser un cínico respecto al Castellón. De hecho, ese barniz de ironía es el único mecanismo de defensa que he encontrado estos años para construir una coraza emocional, para no abandonar, para seguir tirando. Ese, y saber que casi nada depende de nosotros. Es difícil mantener la dosis de pureza e inocencia necesarias para dejar que brote de nuevo cada año, en la rueda que no cesa, un halo de ilusión. El equilibrio se sujeta en unos ingredientes que no son infinitos. A menudo se impone la sensación: estamos viviendo prórrogas que son micromilagros. Lo normal sería que ya no hubiera Castellón.

Es sana la agitación. La que representa ahora en el banquillo Escobar, que le diga a su equipo que jugar en el Castellón es una bendición. «Es la hostia», porque sí, es la hostia. La agitación que sacude hoy al vestuario sacudía ayer al club y la tarea del entrenador, ya lo sabrá, es construir un equipo tan sólido que compita a largo plazo cuando se difumine esa excitación. Pero, en la vida siempre hay un pero, y casi siempre un pero malo, la fiebre que envolvió al club en verano ya terminó. Los inviernos son muy largos en Tercera. Las piezas han ido encajando en su posición natural. La alcaldesa, y hay que valorarlo porque el paisaje era propicio para la confusión, está en su sitio, y no es fácil porque es muy fina la línea que separa la vigilancia al consejo del daño al Castellón. La afición por supuesto sigue en el suyo, en plan exhibición. Los pequeños accionistas también, en su papel fiscalizador. Es la hora del consejo, de mostrar cartas, de enseñar algo mejor.

Los trucos de marketing y prestidigitación llegan donde llegan, y están muy bien, pero no valdrán para todo. El Castellón sigue necesitando fundamentalmente dinero y la pelota está en los pies del palco. Es tarea suya, los demás solo observamos. Es el atractivo de la junta del martes, porque la misma duda se arrastra desde junio, y no es menor. Sin resolver con legitimidad el tema de la propiedad del club y sin mostrar un mínimo de músculo financiero las puertas que ahora están cerradas seguirán cerradas, y con razón. Y otra coraza de cinismo, otra losa que nuble la ilusión, es lo que menos conviene al Castellón.