Cuando llegan estas fechas me rebelo contra los tópicos. No entiendo por qué tenemos que hacernos regalos en nombre de otro, ora con cargo a un gordo de rojo que no sabe reírse, ora a un mago o un rey de Oriente, según convenga al cuento, ora a un amigo invisible que se visibiliza en el ridículo; y menos aún condonar un año de pecados, vicios y maldades con un par de días de buenos deseos empostados,que las más de las veces tienen por fecha de caducidad el fin de las vacaciones. Por eso me emborracho de morriña, porque siempre es bueno tener una excusa y no presumir luego de indulgencia por el hecho de confesar la adicción con más o menos gracia.

Añoro aquella infancia en la que nadie espera nada de tí. No como ahora y no siempre para bien. Me ocurre con la familia, con quien uno se cansa de interpretar papeles trascendentes cuando todos esperan la irreverencia o, al revés, de hacer el payaso mientras los demás te miran recordándote tu edad. Pero sobre todo lo sufro durante las típicas invitaciones con que nos inundan instituciones y empresas, no siempre por amistad ciertamente.

En esas citas asumo con gusto que alguno de los presentes se sienta en la obligación de preguntarme por la situación del CD Castellón. Primero me hastiaba la falta de originalidad. Ahora ya he comprendido que forma parte del personaje que arrastro. Y como el planteamiento del interlocutor de turno lleva implícito el deseo expreso de ofrecer su particular interpretación, pues yo voy y me recreo en mi argumentario, más de aficionado que de periodista, para dejarle en suerte el tema, y que él remate la faena. Las más de las veces con un corolario contundente y hasta escatológico, pero también hay quien se crece y me niega.

Es que todavía es pronto, es que no les pasas ni una, qué más quieres, y el equipo va bien... me perseguía el otro día un defensor a ultranza del buen hacer del actual consejo de administración. Que nos salven, sentencio yo impertérrito. Pido lo mismo que le pedía a Osuna, a Blasco, a Jiménez, a Gasque, a Miralles, a Cruz... a Moliner, a un Fabra y al otro, a Bataller y a Marco. Me da igual el ascenso, pero que no nos dejen morir.

Y eso es lo que están haciendo, sostiene mi crédulo contertulio. Y yo le digo que no, que el único que ha hecho algo somos los demás. Que primero nos robaron y callamos hasta que Sentimiento Albinegro los llevó al juzgado. Luego quisieron refundarnos los políticos, pero cuatro ayatolás lo frenaron. Llegó después un concurso y los acreedores dieron por perdida un 60% de la deuda. Vino la campaña de abonados y se sumaron diez mil a la causa. Acatamos sin chistar perder lo poco o mucho que hemos invertido en acciones. Y ahora nos dicen que somos nosotros quienes tenemos que poner el dinero de la ampliación de capital. Entonces, insisto de nuevo en mi duda, ¿qué han hecho Montesinos y cía? Lo único que se me ocurre, y no dice mucho a su favor, es creerse las milongas que les ha contado Bruixola.

Porque el club sigue siendo de Cruz y ni siquiera nos quieren confirmar si van a comprar juntos las acciones que les corresponden, porque en verdad no pueden hacerlo de otra manera mientras el ínclito no quiera pegarse un tiro en el pie, y gratis no lo va a hacer, como también cobra por el alquiler actual.

Por eso siento melancolía de cuando era niño y lo único que me preguntaban era de qué equipo era, y lo único que valía era decir del Castellón, como hago yo hoy con mis sobrinas sin importar ni la categoría ni la realidad mercantil, porque en Navidad está prohibido no tener ilusión. Ya llegará el día en que sabrán que los Reyes son los padres y nosotros estamos huérfanos desde ni se sabe.