La escapada propuesta para hoy la protagonizan los viales empedrados y las fachadas blancas y azules de las casas peñiscolanas. Este pueblo costero, su luz y sus colores son reclamo de muchos instagramers y amantes de la fotografía, así como de curiosos que persiguen descubrir nuevos lugares.

El punto inicial de la ruta podría ser la Oficina de Información Turística situada en el Paseo Marítimo, una ubicación desde donde puede observarse la silueta del casco antiguo, el Castillo del Papa Luna y la extensa Playa Norte. Al penetrar en la ciudadela, a la derecha, comienzan a erigirse las murallas que esconden calles con encanto como es la Saiz de Carlos.

Una parada obligatoria para observar los detalles ornamentales de las casas típicas del municipio. Este vial lleva hacia dos posibles direcciones, pero la de la derecha es la que lleva hacia el mítico bufador, una salida de agua natural a través de la roca rodeada por casas azules y blancas decoradas hasta el mínimo detalle en su exterior.

Desde este punto es posible otear tanto el horizonte como la costa sur de la localidad, que acaba donde empieza la elevada Sierra de Irta. Siguiendo la calle hacia arriba, al pasear por la Calle Príncipe sin perder de vista el mar llegamos hacia la Calle Mayor, un empinado sendero del que nacen numerosas pequeñas calles. Una de ellas es la Calle Sol, la que nos sigue llevando junto al mar por la vertiente sur de la península rocosa. Este vial será el que lleve hasta la icónica Casa de las Conchas, una construcción recubierta en su totalidad por miles de pechinas, caracolas y conchas. Esta se encuentra en la Calle Farones, una de las zonas más recónditas y atractivas del casco.

La magia de este entorno también reside en las múltiples posibilidades de recorrerlo. Existen muchas formas de llegar a un mismo punto, y todas ellas invitan al viajero a perderse por sus calles.

Macetas con flores, azulejos artesanales, barrotes de los de antes, objetos de mimbre y olor a comida marinera son algunas de las cosas que acompañan las tonalidades de azul y blanco. Esta combinación hace que el encanto y la esencia de antaño continúen llamando la atención de tradicionales y vanguardistas que buscan toques de estilo auténtico.

Al avanzar por la calle Farones, el camino lleva hacia la Calle Castillo, en la parte más alta del peñón, donde se encuentra la Plaza del Faro a los pies de la fortificación templaria. Este recuperado y renovado edificio es uno de los más fotografiados del municipio por su historia, su aspecto marinero y su cuidada fachada. Una vez abandonamos la plaza, Peñíscola ofrece más, sus calles ofrecen más.

De todas las direcciones que salen de la Plaza de Armas, escogemos la Calle San Roque, la cual permite llegar, mediante la Calle Ismael González y la Calle La Paz hasta su paralela Calle Mayor, donde continúan inundando las calles los colores azul y blanco.

No obstante, a pesar de marcar este itinerario, la mejor manera de descubrir rincones únicos es perderse hasta llegar a ellos.