Este «camisa vieja», casi sacerdote y escritor vocacional es uno de los ejemplares más perfectos de la antigua raza de periodista de pueblo que igual valía para comentar el fútbol, presentar a una fallera mayor o intentar impulsar la industria local con sus crónicas. Ya no escribe en la prensa pero cada día acude a «los abuelos» para leer Levante-EMV, donde colaboró durante más de tres décadas, y discutir de lo divino y lo humano con quien se atreva.

¿Cómo le dio por dedicarse al periodismo?

Cuando ya estaba trabajando vino una carta de Levante al ayuntamiento diciendo que iban a hacer una sección de todos los pueblos y pidieron un corresponsal en Manises. Me lo dijeron a mí y empecé a escribir. Pero yo escribía unas cuartillas enteras y sólo me publicaban tres reglones. Ahí aprendí que un buen periodista podía ser un buen escritor, pero un buen escritor puede o no ser buen periodista. Me compré un libro sobre redacción y me pasé un mes leyendo a todos los corresponsales para ver cómo escribían. Así aprendí.

Y eso le permitió conocer a mucha gente. En el dossier, por ejemplo, le vemos junto a Carmencita, la nieta de Franco.

Carmencita vino a Manises por mí, pero me costó lo suyo. Yo tenía amistad con el secretario del Gobernador y le dije, “che Cuvillas, quiero hablar con el Gobernador. Quiero que venga la hija del Caudillo, tengo preparado un plato de cerámica para ella”. Unos días después el alcalde me llamó y empezó a gritarme que no quería que viniera porque era un lio. Cuando acabó de gritarme le digo, “Tadeo, usted no se imagina lo que es que venga la xiqueta en un coche descubierto y usted al lado, y todo Manises aplaudiendo y usted le da el plato, y cuando vuelva le diga a su abuelo: el alcalde de Manises a mí me ha atendido fenomenal”. Al final lo pagó todo él. Aquel alcalde era muy buena persona pero muy inocentón.

¿También conoció a Fraga? Porque escribió el prólogo de uno de sus libros...

Cuando Fraga era ministro le mandé una carta diciendo que le iba a enviar un plato de cerámica con su cara y otro de su señora. Me llamó y me dijo: “te voy a enviar una foto mía, de mi mujer no es menester, y tú mismo me lo traes”. Años después me pidió que lanzara AP en Manises, pero le dije que no.

Y le vemos en otra foto entrevistando a Rita Barberá cuando era una niña.

Yo no me acordaba de eso pero repasando las fotos vi esa y dije, anda, esta parece Rita, que era hija de un amigo mío, que era el director de Crónica. ... Pero no es que yo sea de Rita y no me imaginaba que llegaría a ser alcaldesa.

Con tantas entrevistas que ha hecho, ¿quién se le ha escapado?

Me hubiera encantado entrevistar a Franco. Le hubiera preguntado por muchas cosas que no hizo, cómo por qué en el 57 puso de ministros a los «bravos» (por López Bravo, vinculado al Opus Dei) y nos quitó a los Falangistas. Nos quitó el sentimentalismo patriótico y nos puso el consumismo. Tendría que haber sido una cosa como China, un progreso económico estable, pero no consumista.

¿No se aburrió nunca de escribir siempre sobre Manises?

Hubiera querido ser corresponsal de guerra. Iba a ver las películas americanas y si salía un corresponsal la veía dos o tres veces. Le decía a Chirlaque (periodista de Región en Levante) que si no fuera por mi mujer me iría a Vietnam.

¿Le censuraron alguna vez?

No he conocido la censura, todo lo que se me ocurría lo escribía y en el periódico me lo publicaban. Yo también era concejal y no me gustaban algunas cosas. Estamos hablando del 1973 o 74. Así que creé una sección en el boletín del pueblo que era “Las cosas de mi tío Juan”, y ahí me despachaba. Hablaba, por ejemplo, del barrio de San Francisco, que ahora es una zona estupenda, pero en ese aquel no tenía luz ni agua y ahí lo denunciaba.

¿Y alguna vez tuvo algún problema por escribir sobre gente que vivía en su mismo pueblo?

Para mí el periodismo es una droga. Me ha hecho padecer. Recuerdo una vez que vino mi hermana y le dijo a mi mujer: “¿Qué ha escrito José María?”. El cura en la misa cogió una noticia mía y la enseñó en el púlpito quejándose. Otra vez todos los empresarios de Manises se enfrentaron contra mí por otro artículo. Le dedicaba más tiempo al periodismo que a mi negocio y al final tuve que cerrar mi almacén lleno de deudas. Pero nunca me he arrepentido de lo que escrito, porque siempre he ido a la verdad.