La música convertida en diálogo intercultural es clave en el proyecto de la Fundación Barenboim-Said (FBS) en Ramala. Una fundación a la que ha unido su voz Joan Calabuig i Gaspar, un clarinetista de Quartell que obtuvo el premio extraordinario final de carrera en el Conservatorio Superior de Castellón y galardonado con el magna cum laude en clarinete bajo por la Universidad de Artes de Lovaina. Este músico que comenzó su trayectoria en la Unió Musical de Quartell de la mano de Francisco Salt y Vicente Balada ha logrado llegar a Palestina y acercar la riqueza del arte a quienes viven silenciados.«Muchos niños son pobres, la mayoría no pueden adquirir instrumentos de ahí que la FBS se encargue de ello. No obstante tanto la calidad de los docentes como la implicación de los estudiantes es excelente» apuntaba.

La Fundación Barenboim-Said, en colaboración con la Junta de Andalucía y el Instituto Goethe alemán además de otras asociaciones locales, trabaja en el fomento de enseñanzas musicales en las escuelas públicas tanto en Ramala como en la aldea de Beit Reema. Desde su labor como docente y concertista en Ramala, Calabuig destaca el valor conciliador de la música.

La estancia de este clarinetista en Ramala pasa también por llevar la música a auditorios y conciertos en los que se consolide el mestizaje cultural y la diversidad como elemento de riqueza. «Hemos tocado en orfanatos, ante niños palestinos abandonados que acudieron con curiosidad al concierto. Mirarles a los ojos mientras tocas es una experiencia única, en ellos puedes ver sentimientos confrontados y sobretodo mucha capacidad».

En Palestina, según apuntaba, «tienes la sensación de vivir enjaulado, sales a correr por la mañana y puedes encontrarte con un asentamiento israelí custodiado por unos jóvenes con metralleta. La pasada semana mataron un niño palestino; un tiro y silencio».

Bajo su mirada nítida, este licenciado en composición siente la presión de vivir en territorios ocupados. «Los palestinos viven encerrados; pasar un control israelí o sencillamente moverte de una localidad a otra puede convertirse en horas de espera», relata. Por ello, allí, la enseñanza musical pretende dar aliento y establecer puentes de diálogo. «Se trata de una perspectiva mucho más humana de la música, como mecanismo de generación de sueños a pesar de las circunstancias. Con el proyecto pretendemos que se superen barreras y se eliminen mordazas», añadía. Calabuig confiesa que su «sueño» es que «este conflicto acabe. Que el hecho de haber nacido en un determinado lugar no determine tu futuro; ningún pueblo debería verse sometido a otro».