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Caprichosos, sobreprotegidos, muy exigentes y poco tolerantes a la frustración. Así son los jóvenes de la Generación Y, la de los nacidos en la década de los ochenta, en pleno auge expansivo de la economía mundial.

Su mayor valor, que fue el de ser unos bebés enormemente deseados, se ha convertido en su peor aliado, ya que ese extremado celo y cuidado paterno que coloquialmente se traduce en la popular y gráfica expresión: "Que no les falte de nada", ha creado unos seres emocionalmente inmaduros e incapaces de admitir un no como respuesta. Así es como los define el psiquiatra Pedro Ruiz Lázaro en su estudio sobre este amplio colectivo del que forman parte 530.000 jóvenes de la Comunitat valenciana y de 5.350.691 de toda España.

Es la generación de los ordenadores, la que vive más pendiente de internet que de lo que le sucede a sus hermanos o a sus padres, la generación de los teléfonos móviles, de los sms y la que a diario necesita conectarse con el messenger y el twenty -que son sus principales redes sociales- y son capaces de simultanear múltiples conversaciones a la vez. Las nuevas tecnologías para ellos son el aceite y la sal.

Mientras la Generación X, de los mileuristas y de los JASP (jóvenes aunque sobradamente preparados), de la apatía vital y la pérdida de valores, se ha convertido en la Generación H por sus obligaciones hipotecarias a 35 y 40 años, los de la Generación Y ni siquiera se plantean indagar lo que significa el concepto de emancipación porque en el nido paterno lo tienen todo: seguridad, dinero y libertad para llegar a la hora que quieren, para tener sexo con sus novios o novias...

En el XIII congreso nacional de psiquiatría que se celebró en Madrid, el doctor Ruiz Lázaro expuso que los chicos de esta generación dan mucha importancia a la imagen corporal por la cantidad de información que reciben a través de todos los medios que a diario manejan, sin embargo esto tiene una sombra, ya que son más susceptibles a sufrir un trastorno de la conducta alimentaria, ya sea bulimia o anorexia. De hecho su canon de belleza se sostiene sobre tres pilares: la delgadez, la naturalidad y la infantilización.

El especialista agregó que a los jóvenes de esta generación les cuesta mucho aceptar las críticas y que su nula tolerancia para la frustración les ocasiona trastornos de conducta, ya que tienen más discusiones y más conflictos en sus relaciones personales que la generación anterior.

Al no saber encajar un "no", sus reacciones emocionales son casi siempre inadecuadas. La situación puede llegar al límite cuando se produce un revés amoroso, ya que es un terreno en el que no saben cómo actuar. De hecho, algunos de ellos adoptan el papel de víctimas y amenazan con tomarse pastillas o hacer cualquier tipo de desmán para conseguir sus propósitos.

"Intelectualmente están más preparados pero emocionalmente son más inmaduros", refiere el experto, que indica que los jóvenes de esta generación son los que han empezado a protagonizar episodios de maltrato a los padres, precisamente por esa intolerancia a no saber encajar una negativa.

De hecho, no son casos esporádicos ni aislados y las fiscalías han comenzado a tomar cartas en el asunto, ya que un 10% de los menores internados en los seis centros de reeducación de la Comunitat Valenciana había infligido algún tipo de daño físico a sus progenitores. En el primer semestre de 2008 se contabilizaron 89 agresiones.

Para compensar esa intolerancia a la frustración que no saben ni digerir ni integrar, el psiquiatra recomienda a las familias que pongan límites y rechacen sus peticiones. Que aprendan a escuchar un no, que sepan que los padres no son duendes Aladinos, capaces de proporcionarles todos sus caprichos. "Si en la infancia no te frustras, la vida va a ser mucho más dura", agrega el psiquiatra.

Ruiz Lázaro afirma que la filosofía del botellón que practican es un buen retrato de los valores de esta generación.

"Mantienen la exigencia social de que no les coartes su libertad, ni les prohíbas espacios, ni reprimas su expresión, ni les pongas horarios porque todo eso les coacciona, les inhibe, les reprime pero no piensan que hacen ruido y pueden molestar, que hay otros que duermen y que hay que respetarlos y que no se puede romper ni destrozar el mobiliario urbano", destaca Pedro Ruiz.

El experto apunta también que los jóvenes de la Generación Y son muy exigentes y aunque están preparados y dispuestos a alcanzar el éxito profesional, en el plano humano tienen muchas lagunas.

La Generación Y es la de los festivales y los conciertos en directo. Son los enemigos número uno de la Sociedad General de Autores porque sólo están dispuestos a pagar por la música en directo. "La piratería para ellos no es ningún delito, están acostumbrado a bajarse música y películas de internet y para ellos todo, salvo el directo, tiene que ser gratis", añade Ruiz Lázaro.

El especialista aconseja a los padres que trabajen a favor de la autonomía de sus hijos, que les protejan menos, que no les resuelvan todas las situaciones incómodas o comprometidas para ayudarles a madurar y que acepten que la frustración forma parte de las experiencias vitales, un color de la existencia humana que no hay que perderse para crecer.