­

Un profesor de la Universidad de Piura, en Perú, ha investigado las condiciones de vida de los primeros colonos y empleados de Hidroeléctrica Española que construyeron las centrales del Júcar. Rastreando en los documentos de la empresa y acudiendo a testimonios indirectos, Ivan Ureta se acerca a la cotidianidad de aquellos pioneros en su estudio sobre «Generación y desarrollo del tejido empresarial a través de la construcción de grandes centrales hidroeléctricas».

El «déficit tecnológico», apunta el investigador, se cubrió con la contratación de numerosas cuadrillas de peones, expertos en pico, pala y maza, cuyas condiciones de vida «fueron muy duras».

Ureta utiliza el testimonio del nieto de uno de los peones para describir un ambiente casi dantesco, con gente viviendo en cobertizos, casas insalubres, salarios ridículos, y mucha miseria, aunque ya entonces, la situación era muy diferente para los trabajadores de «plantilla» y los de «contrata».

Pedro Poveda, jubilado de Iberdrola e hijo de empleado que intervino en la segunda fase de la obra del Molinar como listero, admite que las condiciones eran «duras», pero «no más que las que algunos tenían antes de llegar aquí».

«Probablemente había gente en cuevas y cobertizos, pero es porque no daba tiempo a construir los poblados. Las casas se construían con ducha y baño y todos los poblados tenían su médico, un maestro y el cura. No creo que en muchos kilómetros a la redonda hubiera condiciones similares», apunta.

La empresa creó economatos, becas de estudio y hasta colegios, contrató médicos y convirtió la seguridad laboral en una religión. Pese a la dureza del entorno, muchos empleados consideran a Hidroeléctrica como una «familia», un sentimiento que justificaría actitudes posteriores como las que tuvieron lugar durante la Guerra Civil, cuando los dirigentes de la empresa quedaron desconectados de los centros de producción. No hubo saqueos ni sabotajes que sí se produjeron en otras instalaciones y las máquinas del Júcar siguieron generando energía pese a la penuria que llegó con la guerra.

El suministro de la «English Electric»

«Ahora, obtener material es muy sencillo pero en la post-guerra solo se podía comprar donde nos vendían», recuerda Enrique Cerver. Entre 1945 y 1950 una empresa británica, la «English Electric», firma casi todo el material empleado en el nuevo Molinar y en Basta (Cofrentes). Muchas tuercas llevan todavía el paso inglés y durante lustros, reparar los equipo fue un «prodigio de artesanía». j.S. valencia