Algunas de las obras del arquitecto Santiago Calatrava han quedado inacabadas o tras finalizarlas, ha habido que hacer modificaciones, lo que ha disparado el precio final. En el Palau de les Arts las paredes de una auditorio tuvieron que ser arrancadas para volver a recubrirlas porque no ofrecían la acústica exigida. Las dos alas del Ágora no han sido construidas y seguramente haya que esperar años para verlas. Incluso l'Hemisfèric, el edificio más antiguo del complejo ha tenido algún problema, concretamente las pestañas metálicas que no se cierran porque los técnicos creen que tal vez no se puedan volver a abrir. Antes estos incumplimientos sobre el proyecto prometido, la institución pagana de las obras, la Generalitat, ha mirado hacia otra parte.

Pero no todas las instituciones que contratan con el arquitecto de Benimàmet le dan tanta manga ancha. El Ayuntamiento de Oviedo ha puesto un plazo de ocho meses a la promotora que ha realizado el Palacio de Congresos de la ciudad para que remate la obra. El consistorio exige a la empresa constructora que haga funcionar el principal reclamo del edificio, una espectacular visera móvil.

Y es que el complejo urbanístico dispone de un motor hidráulico valorado en cuatro millones de euros para mover el ingenio de Calatrava que no funciona porque se rompen las soldaduras entre el arco y las costillas que lo sustentan. Así ocurrió hasta en tres ocasiones hasta que el pasado mes de febrero se decidió que la visera quedara fija.

La solución ya está encima de la mesa y la ha propuesto el propio Calatrava. Se trata de colocar 1.536 piezas para proteger las soldaduras y que las fisuras no pongan en peligro el ingenio. Esta actuación tendrá unos sobrecostes de seis millones de euros que el Ayuntamiento de Oviedo pretende que corran a cargo de la subcontrata que se quedará la concesión del edificio durante 50 años.

Al contrario que en Oviedo, la administración valenciana no ha exigido que las obras realizadas por Calatrava se remataran definitivamente o cuando ha habido defectos se han costeado, aumentando los sobrecostes de manera importante. Un caso muy similar al del Palacio de Congresos de Oviedo es l'Hemisfèric. El crítico de arquitectura Llàtzer Moiz da detalles en el libro "Arquitectura milagrosa. Hazañas de los arquitectos estrella en la España del Guggenheim" de este ingenio: "complejos mecanismos permiten replegar parte de este párpado de metal y cristal para cubrir o descubrir la mitad de la esfera ocular, por lo demás siempre destapada a efectos de insolación. Estos movimientos producen cierta inquietud a los encargados de mantenimiento de la Ciudad". En otras palabras, el párpado de "El Ojo" al final no se baja porque no hay seguridad de que se pueda volver a abrir.

Por su parte, el Ágora, en el que se han gastado más de 90 millones de euros todavía faltan las dos alas que rematan la figura y que sí que iban incluidas en el proyecto inicial. Lo llamativo de esta obra arquitectónica es que todavía no se le haya encontrado una utilidad. Algo similar es una de las primeras obras del arquitecto de Benimàmet en Valencia. El puente de Campanar, realizado en los años 80, no está finalizado ya que se quedó una lámina de agua por construir. En el Museo de las Ciencias, el problema vino tras no contemplar Calatrava las salidas de emergencia. El olvido se solucionó con dos apósitos de escalera frente al lago interior.