El pasado incendio de Andilla, del que se salvó un campo de cipreses que la empresa de la Diputación de Valencia Imelsa plantó en 1992, ha abierto un debate sobre la idoneidad de estas coníferas en la lucha contra el fuego. Mientras algunos expertos defienden que este árbol puede ayudar a controlar catástrofes como las que han acontecido en la Comunitat Valenciana este verano, el técnico de Coordinación Forestal y Voluntariado del Consorcio Provincial de Bomberos Valencia, Raúl Quílez, se mostró muy escéptico con estas posiciones e, incluso, dudó de la validez del experimento de Jérica. «Los campos de cipreses tienen el mismo efecto contra un incendio que los cultivos», explicó Quílez en una conferencia, donde argumentó que las brigadas y los bomberos se sirven de las plantaciones de olivos o algarrobos para frenar y reconducir los fuegos.

Quílez participó ayer en la jornada que organizó Imelsa para evaluar el impacto de los cipreses en la lucha contra los incendios. Expertos italianos, turcos y españoles participantes en la iniciativa de la UE Cypfire debatieron sobre sus pros y sus contras. Además, se sumaron técnicos de otras disciplinas, como miembros de los equipos de extinción.

Quílez mostró con vídeos y fotografías algunos de los errores de la plantación de cipreses más allá de su capacidad ignífuga, que puso en duda. «Los cipreses arder, arden», dijo contundente. «La parcela de Imelsa es como un campo de cultivo semiabandonado donde se deja pasturar a los animales», argumentó. Para este experto en incendios, si el suelo de la plantación de estas coníferas se hubiera quemado, como pasó en el resto de montes, «los cipreses hubieran ardido cual cerilla en una caja».

Quílez también criticó que la situación de la plantación en la ladera de una montaña favorece que el fuego sea menos agresivo y que los caminos que rodean a los árboles actúan de cortafuegos. «Los cipreses no se han quemado porque no hay combustible en su superficie», apuntó. Para apuntalar su tesis mostró un vídeo de cómo las brigadas contra los incendios consiguen desviar un fuego gracias a un campo de cultivos y a los caminos forestales. El ingeniero forestal pidió a los investigadores del Cypfire que sigan investigando, pero que esta conífera «no es la panacea». «Busquemos también otras soluciones», dijo.

Antes de su intervención, hablaron expertos de Turquía e Italia en defensa del ciprés como arma en la lucha contra el fuego. José Moya, de Imelsa, explicó las conclusiones que habían obtenido tras pasar el incendio de Andilla por su parcela. «Los cipreses reducen la carga de combustible, retrasan los incendios, fomentan estructuras forestales más resistentes al fuego y es una buena medida para los cortafuegos o la protección del interfaz urbano-forestal y los lugares de difícil acceso», defendió Moya, quien explicó que de la plantación de cipreses quedaron sanos el 61 € pese al paso de las llamas. La diputación anunció ayer que «instalará campos piloto de ciprés similares al que resistió el incendio de Andilla».