Ada Castillo: «¿Qué es lo que quieren los bancos, acabar con mi vida?»

Ada Castillo es el perfecto ejemplo de lo que la crisis hipotecaria ha desatado en España: la desesperación personificada. Le resulta imposible contener las lágrimas cuando se acuerda del día en que firmó la hipoteca con el banco Santander. «Me culpo cada día por lo que hice. Ahora, con todos los documentos en la mano, me doy cuenta de lo que firmé». Esta trabajadora que lleva cerca de 20 años en Valencia vive con la sombra de un ERE a sus espaldas, que posiblemente la deje en la calle en enero. Su marido está en paro, por lo que se apañan ellos y sus tres hijos con el sueldo de Ada. Así, es imposible pagar los 900 euros de letra.

Es la tercera vez que pide la dación en pago, como último recurso antes de volverse a ver con su familia en un piso de alquiler, que posiblemente no podrá pagar con su sueldo. «Traje aquí a mis hijos para que fueran a la universidad. No sé qué más quieren de nosotros. Nos quedamos sin trabajo, nos quitan las casas. ¿Qué quieren, acabar también con mi vida?», lamenta entre sollozos Ada.

Alicia Gabba: «Que no me echen ahora que mi hija está acabando la carrera»

Alicia es argentina. Salió de su país hace diez años escapando de una grave crisis y se encontró «con una aún peor». En 2006, año estrella de la burbuja inmobiliaria, compró un piso por el que pagaba unos 800 euros de letra al mes (hasta que la situación económica familiar le impidió continuar abonando sus obligaciones) y por el que el banco todavía le pide 175.000 euros. «Si no tengo para pagar la letra, ¿cómo voy a pagar la hipoteca?», se pregunta esta vecina de Xirivella.

Esta argentina cuenta que en estos momentos se encuentra a la espera de que finalice el proceso de ejecución hipotecaria. «El día próximo día 22 tenemos juicio. Presenté un recurso por intereses usurarios, que espero que paralice el proceso», explicó.

TRES AÑOS EN PARO

El marido de Alicia lleva tres años en paro, por lo que toda la familia vive con los cerca de 800 euros que cobra ella. Tiene dos hijos, uno estudiando un módulo superior y una que se encuentra en el último año de arquitectura. «Sólo pido que no nos echen este año que mi hija está terminando la carrera. Le destrozaría la vida».

Romina Graziano: «Querían que pidiera otro préstamo para pagar la hipoteca»

Romina Carla Graziano lleva desde abril esperando que le acepten la dación en pago, sino se verá abocada al desahucio y a arrastrar la deuda de 120.000 euros para toda la vida.

Como su compatriota Alicia, esta argentina llegó hace diez años a Valencia para trabajar, cosa que hace desde dos años sin contrato y a temporadas. Compró un piso en 2006 del que apenas ha pagado una pequeña parte: de 120.000 euros sólo ha podido abonar 5.000 al BBK, entidad con la que firmó su crédito hipotecario. Para Romina, la situación es desesperante.

«Llevo dos años sin conseguir un trabajo, no hay manera. Yo no sé porque es, pero sólo trabajo como ´extra´ de camarera de vez en cuando», explica desconsolada Romina. Así le es imposible pagar cada mes al banco sus más de 400 euros de letra hipotecaria.

«Cuando todavía tenía contrato el banco me dijo que pidiera un préstamo personal para pagar la hipoteca, pero no quise meterme en más complicaciones, más intereses», indica la joven, de manera que a día de hoy continúa con ese remanente de más de 100.000 euros. «Veo difícil que algún día pueda pagarlos». Por ello espera la dación en pago como agua de mayo. Es la única solución a su desesperada situación.

Ester García: «Que se queden con mi casa, yo sólo quiero irme de aquí»

Esta psicóloga de Ontinyent ya no encuentra la salida. Se compró una vivienda en su localidad natal, en la cual ya no vive pero continua pagando. Bueno, continuaba.

Lleva cuatro años en paro, encadenando trabajos temporales en ayuntamientos y becas, como la de la Diputación. Actualmente vive en Burjassot, en casa de unos amigos. Lleva dos meses esperando la dación en pago, sin obtener resultado. «Cumplo todos los requisitos de la ley ´De Guindos´. No tienen por qué no dármela», asegura esta ontinyentina.

El problema es que la entidad bancaria con la que firmó el crédito, Bankia, no lo considera así. «Me han dicho que la situación ha cambiado respecto a hace dos meses, porque coticé con la beca de verano. Ya veremos si me la conceden», explica sin perder la sonrisa y la esperanza.

Ester, como muchos jóvenes valencianos, se va con su licenciatura, en este caso en psicología, a probar suerte en el extranjero. «Si no fuera por mi familia ya no estaría aquí. Por mí que se queden mi casa. No la quiero. No vivo allí, no puedo venderla ni alquilarla ni pagar los 340 euros al mes de hipoteca. Sólo quiero encontrar un trabajo fuera e irme de aquí», indica la joven de la Vall d´Albaida.