Los vecinos de la comarca valenciana de la Ribera viven atemorizados desde hace semanas, víctimas de la sed de sangre de insectos que identifican alternativamente como el «mosquito tigre» o como «mosca negra» y a los que atribuyen ya carácter de plaga bíblica. En Castelló, donde se ha comprobado la presencia del Aedes albopictus o «mosquito tigre», el ayuntamiento ha comenzado una campaña de información ciudadana consciente de la amenaza que representa esta especie. En algunas poblaciones, alcaldes y concejales dan un paso más para reclamar el regreso a los tiempos de las fumigaciones masivas, aunque ya sin DDT.

Ricardo Jiménez Peydró, catedrático de Entomología de la Universitat de Valencia y responsable del laboratorio de Entomología y Control de Plagas del Institut Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva advierte que es necesario «ir más allá» de las picaduras.

«La presencia del Aedes albopictus en Europa ha pasado de ser una mera anécdota referente a una molesta especie invasora para el ser humano a representar una seria amenaza para la salud pública», asegura este experto.

En septiembre de 2010 se diagnosticaron los primeros casos autóctonos de dengue en Niza, con el mosquito tigre como único vector. En Italia, en Ravena, se han registrado ya transmisiones de la fiebre de Chikungunya, «la enfermedad del hombre encorvado o retorcido» debido al fuerte dolor articular que provoca la artritis, atribuibles al mosquito tigre.

Otras características de este mosquito lo hace especialmente peligrosos como vector de enfermedades. Su capacidad para transmitir el dengue es «excepcional», destacan en la Universitat de València. Siete días después de ingerir el virus, el mosquito ya puede transmitirlo en cada picadura. Por otra parte, el mosquito tigre dispone de la transmisión «vertical», de modo que algunos de los individuos que surjan de los 350 huevos que por término medio pone cada hembra nacen ya portadores del virus y pueden transmitirlo desde la primera picadura.

Por culpa de la acción del hombre

¿Cómo un insecto tropical y adaptado a la selva se ha convertido en una amenaza? Al margen del denominado «Cambio global», que suma al cambio climático „cada grado que aumenta la temperatura determinadas especies de mosquitos aumentan su dispersión„ la facilidad con la que hoy se mueven personas y mercancías, Jiménez Peydró, un referente internacional en plagas, asegura que es la acción del hombre «la que ha propiciado la aparición y selección de cepas ´urbanitas´ capaces de adaptarse a microambientes hídricos similares a los originales, pero mucho más abundantes en nuestras ciudades y urbanizaciones como cubos, macetas, bidones, imbornales, fuentes, etcétera».

Esta particularidad hace especialmente difícil el control de la especie y evidencia la inutilidad de las fumigaciones a gran escala con aviones o helicópteros, a no ser que los ciudadanos de Alzira o Castelló, por poner dos ejemplos de ciudades con problemas, estén dispuestos a ser fumigados en sus casas.

«A este mosquito, como al resto, hay que combatirlo por razones de efectividad y especificidad en su fase larvaria y eso ocurre dentro de los domicilios», matizan los expertos.

«La concienciación ciudadana es clave para el control de los focos de cría de la especie, yas que se calcula que entre el 60 y el 80% de los criaderos larvarios de la especie en ambientes urbanos se ubican en áreas privadas donde unicamente pueden ejercer las medidas de control oportunas las personas propietarias.

La actividad del mosquito tigre se prolonga al menos durante 40 semanas en las zonas próximas al litoral en la Comunitat Valenciana. Fumigar en estos casos no tiene mucho sentido si no existe una acción coordinada que se apoye en las distintas administraciones.

En el delta del Llobregat, uno de los primeros lugares en los que apareció el mosquito tigre, son los ciudadanos los que han sido preparados para adoptar medidas profilácticas en sus domicilios mientras que la mancomunidad de municipios se encarga del control en pequeñas acequias próximas a las poblaciones y en imbornales públicos. La Generalitat catalana fumiga contra los mosquitos comunes la superficie del delta y sus zonas húmedas asociadas.

«La ley lo dice muy claro: un problema de mosquitos es zoonosis y por tanto es responsabilidad de cada ayuntamiento según la ley de Bases de Régimen Local, otra cosa es el argumentario de cada edil o alcalde ante sus ciudadanos», explica Ricardo Jiménez Peydró.

«Nosotros advertimos siempre que una actuación contra estas plagas no es eficaz si no se hace de forma conjunta. De hecho, a veces hemos aconsejado un tratamiento en Sagunt que no ha servido de nada porque justo en la población de al lado no han hecho nada.

Pese a todo, el problema preocupa cada vez más y en algunos sistemas de salud autonómicos se han elaborado guías para que los médicos identifiquen qué especie es responsable de cada picadura o mordedura que provoca las avalanchas en los centros de salud y actúen en consecuencia.

«El problema„apunta Jiménez Peydró„ es que el dengue no es todavía una enfermedad de declaración obligatoria y eso hace que podamos encontrarnos en unos años con una pandemia con una capacidad de intervención mucho más limitada que ahora».

Sobre la demanda de fumigaciones masivas o la creencia popular de que antes sí y ahora no se combaten los mosquitos con tratamientos comunitarios, Ricardo Jiménez asegura que hace décadas que no hay tratamientos. «Entre 1945 y 1960 hubo fumigaciones de este tipo contra la malaria, pero un vez erradicada dejaron de hacerse», explica.

El recuerdo de aviones y helicópteros fumigando grandes extensiones junto a la Albufera responde en realidad a la lucha contra el «cucat» del arroz o contra la mosca de la fruta, «con un impacto mínimo sobre el mosquito de siempre», el Culex pipiens. Hace unos años se acabó el presupuesto y la Conselleria de Agricultura dejó de fumigar lo que ha alimentado la idea de que la Generalitat es responsable del aumento de las picaduras y las molestias provocadas por los mosquitos.

En barco o en avión

El mosquito tigre fue detectado por primera vez en Europa en Albania (1979), a donde llegó en importaciones desde China; Más tarde fue identificado en Italia (1990), donde se coló oculto en neumáticos usados procedentes de EE.UU. Más de una década después fue localizado en España (San Cugat del Vallés, 2004), a donde llegó procedente de Italia y en camión, y una año más tarde en Holanda (2005), país en el que entró camuflado entre «bambús de la suerte».

«En la actualidad hay unos 170 municipios españoles„la mayoría en el arco mediterráneo„ en los que se ha localizado la presencia del mosquito tigre», declara Ricardo Jiménez.

El laboratorio de Entomología realiza prospecciones periódicas y asesora a los ayuntamientos que lo solicitan sobre las mejores fórmulas disponibles para controlar sus poblaciones. De momento, el mosquito tigre ha sido identificado en Orihuela, Torrevieja, Guardamar del Segura, Pilar de la Horadada, Elx, Rojales, Benijófar, Benicàssim, Orpesa, Torreblanca, Castelló, Vall d´Alba, Pobla de Tornesa y Borriol.

No hay constancia de su presencia en localidades de la Ribera, donde los ataques llevan el sello inconfundible de la mosca negra, aunque Jiménez Peydró se cura en salud y habla de localidades «confirmadas».

La mosca negra

El mosquito, común o tigre, pica; La mosca negra anestesia y muerde dejando que salga la sangre. La piel se enrojece, aparece una herida definida y alrededor de la herida la carne se inflama víctima de la infección. La capacidad de transmitir enfermedades de la mosca negra es mucho más limitada que la del mosquito, pero la alarma entre la ciudadanía es enorme, como demuestra el malestar generado en Alzira y otras poblaciones ribereñas del Júcar en las últimas semanas.

Tres factores han propiciado la proliferación de esta especie: el aumento de calidad de las aguas „esta mosca es muy exigente„, el incremento de las infraestructuras de riego „donde la mosca pone sus huevos y proliferaran sus larvas„ y la desaparición de las caballerías y ganados. «Somos nosotros los que nos hemos acercado a su hábitat y nos está pasando factura», apunta Ricardo Jiménez, que alerta también sobre la posible llegada de mosquitos como el Aedes aegypti, transmisor de la malaria y otras enfermedades graves, como el virus del Oeste del Nilo o los del género Anopheles. Y ello por no hablar de los viejos conocidos como piojos y garrapatas, que permanecen al acecho esperando su oportunidad, advierte este experto.