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Investigación

Músico: oficio de riesgo bucal

Una tesis doctoral analiza la boca de músicos de viento valencianos y vincula la práctica instrumental al apiñamiento de dientes, resalte, erosión labial, abrasión dental, desalineamiento, dolor en músculos faciales o mayor tendencia al herpes

Una imagen de la entrada de bandas en Ontinyent, el pasado agosto. perales iborra

La ortodoncista y profesora de Odontología del CEU Raquel Laparra es directa en su tesis doctoral: «La práctica instrumental es un factor de riesgo en el desarrollo de algunas afecciones orofaciales». Tan directa es que las enumera de un tirón: mayor apiñamiento de dientes, resalte, erosión labial, abrasión dental de los incisivos superiores e inferiores, movilidad dental y la consiguiente desalineación de la dentadura, dolor a la palpación del músculo masetero de la cara, en el músculo orbicular de los labios, el esternocleidomastoideo y el cigomático, y también una mayor tendencia a desarrollar herpes labial y a tener más incidencia de sensibilidad dental. Todo, por tocar un instrumento.

Después de estudiar a 34 músicos de viento „alumnos de grado profesional de los conservatorios de Torrent, Llíria y el Iturbi y el Velluters de Valencia„, y a 17 estudiantes de secundaria no músicos (todos entre los 11 y los 20 años) las conclusiones constatan un deterioro más agravado de la boca y los dientes entre los músicos que entre la población general.

Es un tema poco tratado, pero los resultados de esta investigación son contundentes. «Los instrumentos de viento son un elemento extraño en la boca» y sus consecuencias se deben a tres grandes razones. En primer lugar, a una continua presión, aunque sea intermitente, en los dientes y una disminución de circulación capilar en el hueso. En segundo lugar, la fuerza en los músculos elevadores de la mandíbula incrementa la salida de la presión de la lengua contra los dientes anteriores maxilares, que se ven así presionados contra un duro plano inclinado. Por último, se produce una mayor cantidad de saliva que en la boca de un no instrumentista, por lo que se acumula más cálculo, es decir, depósitos de minerales.

Dicho así „y vistas algunas imágenes del trabajo„ podría parecer de temerarios llevarse un instrumento a la boca. Seguramente no será tan grave cuando hay 40.000 músicos y 60.000 alumnos en las escuelas de música valencianas. Pero la tesis desgrana cada lesión y su origen. Por ejemplo, que el resalte dental „cuando los incisivos superiores están muy separados de los inferiores„ tiende a aumentar en los instrumentos de viento-madera de lengüeta simple y a disminuir en los de viento-metal y lengüeta simple. La sobremordida „cuando los dientes superiores cubren en exceso los inferiores„ está aumentada significativamente en los instrumentistas de viento-madera de lengüeta doble y bisel. También «es frecuente encontrar en los instrumentistas de viento erosiones o úlceras labiales», desgaste en las coronas de los incisivos «por la fuerza ejercida sobre la boquilla para poder sujetarlas y al continuo roce con ésta, incluso llegando a producir sensibilidad dental». Los instrumentistas de viento presentan una mayor inclinación a las lesiones herpéticas en el labio inferior, subraya la investigación de Raquel Laparra, que además de ortodoncista es clarinetista y profesora de clarinete.

Cuidado con los abusos

Las afecciones de tocar un instrumento de viento van más allá de labios y dientes. Los músculos de la cara también se resienten. Sostiene Raquel Laparra que el grupo de músicos analizados para el estudio sufrían «mayor dolor a la palpación en el orbicular y el bucinador» que aquellos que no tocan un instrumento. Y cuanto más tiempo lleve uno tocando el instrumento, mayores son las afecciones, como constatan las comparaciones entre músicos de grado medio y de grado superior.

El trabajo sostiene que si los músicos tocasen con una buena embocadura y sin tensiones no sufrirían dolor en los músculos, solo fatiga. «Por tanto, la práctica instrumental afecta a los músculos produciendo hipertonía, pero tan solo una mala embocadura o exceso de trabajo sin pausas produce dolor, no el instrumento por sí solo». Es decir: abusos como las largas entradas de moros y cristianos o los músicos que doblan esos actos (o sea, tocan con una comparsa y luego con otra la misma entrada).

Tanto es así que, como futura línea de investigación, Laparra apunta a que «se podría estudiar y desarrollar un protector bucal, adaptado a cada paciente e instrumento, para proteger los dientes frente a abrasión, desvitalización o movilidad dental, sin que afecte a la interpretación musical».

Este último aspecto es crucial. La profesora de Odontología subraya que «una maloclusión dental puede afectar a la correcta posición del instrumento en la boca» al modificar el ángulo de colocación del clarinete o saxofón en la boca. También distorsiona la posición cualquier cuerpo extraño interpuesto entre la boca y el instrumento. Por ello, igual que una incorrecta dentición altera la buena interpretación del instrumento, «ser portador de aparatología ortodóncica puede ser también un factor desfavorable».

Por lo general, la ortodoncia suele ponerse después del primer contacto con el instrumento. Esto hace del corrector dental «un obstáculo para el niño cuando intenta tocar según la posición de embocadura aprendida desde el principio». A causa de esto, los instrumentistas tienen que reestablecer su embocadura y aprender a tocar sus instrumentos otra vez con las nuevas condiciones.

Ante esta situación, la experta valora que cada vez más profesores de música se están dando cuenta de la importancia de un examen ortodóncico de aquellos niños que van a tocar un instrumento de viento. «Los niños deberían ir al dentista antes de escoger instrumento, porque así primero se tratarían los problemas dentales y posteriormente se adaptarían a la embocadura. Ya que si una vez aprendida la posición de la embocadura y transcurridos los años se le pusiera ortodoncia al niño, pasaría un tiempo hasta que se acostumbrase, por lo que se retrasaría su aprendizaje», concluye.

Laparra pide alcanzar «una compenetración entre el odontólogo y el músico» y la necesidad de formar «dentistas especializados en el ámbito de la música». Mercado hay.

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