¿Cómo ha encajado la familia la absolución de los acusados?

Desde luego, es algo muy desagradable. Todos los indicios, todos los informes policiales, todas las pruebas testificales apuntan a que esta pareja fueron los autores materiales. Pero parece ser que no hay elementos probatorios suficientes. Afortunadamente, vivimos en un Estado de Derecho donde para que un juez nos condene a cualquiera tiene que haber pruebas suficientes. Y eso no puede servir únicamente cuando la sentencia le beneficia a uno. Ése es el sistema del que nos hemos dotado, y que espero que siga muchos años. Aunque en este caso la sentencia sea, para nosotros, un golpe duro.

¿Usted los ve como asesinos?

A tenor de los informes, personalmente no me cabe ninguna duda de que ellos fueron los autores materiales del asesinato de mi padre. Además, sé que, en cualquier caso, tienen ocho o diez causas pendientes más y al final cumplirán condena de prisión.

Es sorprendente esa serenidad de entender que se salvaguarde la inocencia si no hay pruebas?

Quizá haya víctimas de terrorismo que no lo manifiesten con tanta claridad, pero todos lo tenemos claro. Cualquiera nos podemos ver en una situación en la que se nos acuse de algo que no hemos hecho y querremos que el sistema nos garantice la presunción de inocencia. No hay que enfandarse ni con la sentencia, ni con la sala ni con el sistema, sino con las circunstancias que han hecho pasar 23 años sin que se pueda demostrar lo que tenemos claro: que ellos fueron los autores del asesinato.

¿Han previsto recurrir?

Una vez la recibamos y lo valoremos, decidiremos. Pero no vamos a saturar más el sistema y alargarlo si consideramos que el resultado va a ser el mismo que ya tenemos.

Decía que acabarán cumpliendo condena por una causa u otra. ¿Pero tiene la sensación de que el asesinato de su padre ha quedado impune?

Creo que el asesinato de mi padre no ha quedado impune ya hace muchos años. La sociedad sabe quién dio la orden y quién la ejecutó. Yo no creo en la cárcel como un elemento de venganza. Asesinaron a mi padre, nos privaron de la posibilidad de disfrutarlo, mis hijos no han podido conocer a su abuelo, ni él de conocer a sus nietos. Pero hemos intentado aprender a vivir con ese dolor y no basar nuestra vida en el rencor, en el odio ni en la amargura. Mi padre siempre nos decía: «De momento, y mientras no se demuestre lo contrario, vida hay una». Y todos tenemos la obligación de ser lo más felices posibles. Si además de matar a mi padre nos arruinan la vida a tres hermanos y nosotros se las amargamos a nuestras parejas e hijos, al final habrán cumplido su objetivo. Y yo me niego.