­Los últimos meses, como dirían los soldados de Esparta cuando se preparaban para la guerra, se estaba peinando. Llamó a quienes en vida había tenido una mayor relación de afecto. Su voz era ya muy débil, casi un hilo imperceptible. Era una invitación a despedirse. Es una constante, el querer verse y despedirse de los seres más afectuosos, en quienes sienten que este tren que nunca lleva nada a ninguna parte va languideciendo su marcha y se para.

Fue una mujer maravillosa en todos los sentidos, con dos pasiones, el folklore autóctono y Valencia. Obró el milagro de crear el Cor Popular de Lo Rat Penat que con su vitalismo ponía en pie las investigaciones que hacía por los pueblos sacando de los baúles y de las memorias de los mayores nuestro más tradicional cancionero, muchas de ellas acompañada de Maria Teresa Oller.

Plasmó más de medio millar de canciones en partituras, en grabaciones y en conciertos con el coro que era su vida y familia, una entrañable familia con la que hacía milagros a base de mucha ilusión y vitalismo, pura energía y temperamento ella. Paseó nuestro folklore por todo el territorio valenciano con el coro, rebasó nuestras fronteras, lo llevó a distintos puntos de España y lo mostró en Europa. Con ella y el Cor estuve en algún que otro país europeo. Memorable fue su actuación en el Parco Valentino de Torino, la citta dificile. Arrasaron.

Rosa Bartual, corazón encendido de amor y pasión por todo lo valenciano, fue la primera siempre en ofrecerse, a cambio de nada, donde se le requería. Música, compositora, directora reverdeció y enterneció con su dulzura los tesoros culturales musicales que anidan en nuestra geografía.

Hizo una gran labor recopilando materiales de nuestro folklore, que salvó del olvido y del descuido, lo revalorizó. A los mayores recordó las canciones tradicionales de antaño y a los jóvenes desveló la gran riqueza de folklore patrio que tenemos.

Interesantes eran sus conciertos, muy mimados, canciones con espléndidas coreografías, indumentarias muy cuidadas, voces conjuntadas, espectáculos barrocos y solemnísimos con el denominador común de la fragancia de nuestras canciones populares, como Popular se llama el seu Cor, al que imagino hoy terriblemente dolido, huérfano, por la ausencia irremediable, el adiós hasta siempre, de quien fue madre, hermana y amiga de todos.

Recibió la Medalla de Oro

Fue enorme su trabajo y empeño por ello, en 2006 la ciudad le entregó su Medalla de Oro, importante distinción en una ciudad y tierra tan poco dada a ser generosa con sus hijos más ilustres.

Rosa, bondad infinita, buscadora de los tesoros culturales musicales valencianos de todos los tiempos, no podrá este año dirigir el Te Deum en lengua valenciana del 9 de Octubre, ni más misas a «l’estil de l’horta», ni la «cançó de la baldaeta», ni sus célebres «poupurris».

No está ya, pero queda su vastísima obra compilatoria, sus muchos años de pasión, perseverancia y paciencia, su inmenso ejemplo profundamente grabado en el corazón de muchos.