El asociacionismo es una de las características que mejor definen el panorama musical en las comarcas valencianas. Con casi dos siglos de tradición las sociedades musicales constituyen un referente sociológico de primer orden, estableciendo una particularidad propia en lo referente al modelo asociativo y, sobre todo, porque han aportado una forma peculiar de entender la difusión de la música en los diferentes niveles. El proceso histórico de este fenómeno social y cultural repercute de forma decisiva en los distintos ámbitos.

Por una parte está el impacto económico pues las sociedades musicales han estado vinculadas, tradicionalmente, a las necesidades de las celebraciones y festividades. Cada sociedad dispone de una banda (el agrupamiento originario basado en los instrumentos de viento y percusión) aunque en las últimas décadas también se han implantado otras formaciones como la orquesta (que incorpora los instrumentos de cuerda), o los grupos instrumentales de cámara (más reducidos en componentes, pero con un gran potencial de difusión).

La adquisición de instrumentos, uniformes, partituras, compra o alquiler de locales y el pago a directores y profesorado constituyen algunos de los elementos más destacados que se deben de afrontar en el asunto económico.

Por otro lado está el fuerte impacto institucional que transmiten las propias sociedades, las cuales, implantadas en el ámbito de cada población, resultan decisivas en la orientación ideológica y política de muchas actuaciones e iniciativas de cariz local. El poder político siempre ha sido consciente del papel esencial que tienen las sociedades musicales en cada demarcación electoral.

En última instancia, posiblemente, es la formación de los intérpretes lo que le ha dado una mayor repercusión al fenómeno pues, en numerosas ocasiones, estamos hablando de músicos que han encontrado trabajo como profesionales de la música tanto a nivel nacional como internacional. Las llamadas «escoles de música» de las sociedades musicales han evolucionado de manera espectacular en la últimas décadas provocando uno de los fenómenos laborales más identificables de nuestro talante cultural.

Tanto en las orquestas como en las bandas de música de toda Europa podemos encontrar representación valenciana, especialmente en las cuerdas de percusión, viento-madera y viento-metal. Asimismo sucede en los conservatorios de música y en las diferentes academias de todas partes, donde identificamos profesorado autóctono.

También resulta relevante el número de maestros que, a partir de la implantación de la especialidad de música en la Educación primaria (como consecuencia de la Logse), han ocupado plazas como docentes especialistas en los centros educativos de todo el estado.

La combinación de entidad privada con carácter de servicio público da pie a una implantación muy extendida que define, en ocasiones, un perfil casi mítico que convierte nombres como Llíria, Buñol, Requena, Cullera y otros muchos, en referentes geográficos con esencia musical. Las citas anuales que suponen los conciertos, certámenes, concursos y festivales convierten al territorio en un espacio que está constantemente ocupado por actividades musicales. En lo referente a la ocupación territorial, la Federación de Asociaciones Musicales aporta cifras esclarecedoras: 40.000 músicos, 60.000 alumnos y más de 200.000 socios.

En la representación cartográfica podemos comprobar que tanto en el ámbito urbano como en el rural, el entramado asociativo musical, está presente en la práctica totalidad del conjunto de poblaciones y comarcas. Sin duda las sociedades musicales constituyen una modalidad de redes culturales de base territorial, que contribuye a la cohesión social y a los procesos de innovación.