Un 3 de marzo murió el poeta Ausiàs March y legó para la eternidad inmortales versos como «Veles e vents han mos desigs complir faent camins dubtosos per la mar». Ayer, otro 3 de marzo pero de 557 años después, el conflicto lingüístico que aún lastra a la llengua del cavaller de Beniarjó „conflicto minoritario y aun así dañino„ inició su particular camino hacia la paz. Esa travesía para buscar la definitiva pax lingüística afronta mares procelosos llenos de dudas, peligros y esperanzas. Pero la nave ya ha zarpado del noray al que llevaba décadas amarrada.

En un acto revestido de solemnidad para la Real Acadèmia de Cultura Valenciana (RACV) como es el Dia de la Llengua i la Cultura Valencianes, su decano Federico Martínez Roda proclamó ayer el inicio formal de las negociaciones con la Acadèmia Valenciana de la Llengua. «Y todo puede comenzar „propuso„ con un documento firmado por quien les habla y el presidente de la AVL con la aprobación de la junta de gobierno de la RACV y el pleno de la AVL, que sería el punto de partida del diálogo». Según dijo para concluir, esa búsqueda de consenso persigue el objetivo de «superar antiguas divisiones y de que los valencianos estemos lo más unidos posible».

Su intervención fue corta, pero aun así tuvo que beber dos veces agua. Leyó los pasajes más delicados con un tono de voz más suave y conciliador, como pidiendo permiso. Martínez Roda formuló algunas claves de este procés que puede poner fin a la existencia de una minoría, centralizada en la ciudad de Valencia, que sigue utilizando una normativa paralela a la oficial. «Reconocer la existencia de un conflicto es el primer paso para resolverlo. Hasta ahora las posturas lingüísticas de la RACV (...) han sido menospreciadas, marginadas, ridiculizadas y silenciadas injustamente, o presentadas como residuales», dijo.

Quiere que eso cambie. «Se ha de reconocer que el conflicto existe y que la normativa lingüística de la RACV, como las personas que la propugnan, cuentan con fundamentos lingüísticos y científicos», esgrimió Martínez Roda. En ese sentido, reclamó el reconocimiento y la validez oficial de los títulos de valenciano de Lo Rat Penat, con normativa secesionista. Este aspecto lo calificó de «preciso como prueba de buena fe para cuando se inicien las conversaciones» con la Acadèmia, ente normativo del valenciano según el Estatut. Así, dijo, se «corregiría una larga situación de discriminación».

El decano marcó dos líneas rojas en estas negociaciones para alcanzar un consenso lingüístico con la AVL. Una, hablar «sólo de llengua valenciana y bajo la denominación histórica de llengua valenciana». Y dos, «partir del hecho de que no hay la más mínima fisura en la idea de la identidad valenciana». Detrás de ambas condiciones está la negativa a reconocer que el valenciano comparte naturaleza con el catalán.

«Pero también somos conscientes „añadió„ de que hace falta hablar para no sumirnos en confrontaciones que nos hagan recordar tiempos que nadie desea que vuelvan a producirse»

Trece segundos de tibios aplausos

En una alocución trufada de autocrítica ante el destino que le aguarda a la RACV en caso de alargar la situación de guerra fría actual, Martínez Roda afirmó que «la Real Acadèmia no debe quedar aislada, como una entidad inoperante al margen de la sociedad valenciana». Insistió en el interés de la institución centenaria en «abrirse a la sociedad», potenciando las líneas de investigación, y «en salir del ostracismo».

Martínez Roda cerró su discurso „leído en valenciano„ con un rotundo «he dit». Le siguieron trece segundos de aplausos no muy entusiastas. Quien se propone sacar a la RACV del «limbo», como él mismo dijo, ha empezado su odisea por un agitado mar exterior nunca explorado. Necesitará que nadie le rasgue las velas en casa y que los vientos de la AVL le soplen favorables. Por ahora, diría March, las aguas lingüísticas hierven com la cassola en forn.