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Abriendo foco

'Got talent' político

La vicepresidenta Mónica Oltra castellaniza su nombre quizás porque su tierra de promisión ya no sea tan «chiquita»

'Got talent' político

Un rehén idiotizado se hace un selfie con el secuestrador «flower power» del avión de Lárnaca, Chipre. El ser humano está alcanzando cotas inauditas en su obsesión por fotografiar la vida hasta el infinito, cautivo de su narcisismo. En general queremos trascender de nuestra realidad a través de una sobreactuación retratada que en política, por ejemplo, nos lleva al «got talent» entre líderes. Esa exhibición de gestualidad, esa política de instagram, vacía de contenido y cargada de continente, tiene en Cristóbal Montoro su último exponente. El ministro de Hacienda ha tenido el gesto de afear a la Comunitat Valenciana por encabezar la «champions» del déficit público. El gesto tiene miga, es teatral, por la condición interina del recaudador y porque es una denuncia demagógica a fuer de prevaricadora.

¿Teatro o realidad?. Montoro señala a una comunidad mal financiada en plena fase de mudanza personal. Sin embargo ¿saldrá el PP de la Moncloa? ¿Es pantomima o es verídico el acercamiento entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias? ¿Habrá gobierno «del cambio» o se repetirá el partido? De momento la realidad televisada sólo nos muestran sonrisas, paseos, espectáculo. Y en todo este festival de marketing un lema sobresale con fuerza: «gobierno a la valenciana».

Puig en la Sexta. El Molt Honorable puso un poco de luz entre tanto juego del despiste y le explicó a Ferreras lo que es un «gobierno a la valenciana»: un ejecutivo progresista y con Podemos fuera del mismo. En Al Rojo Vivo Ximo Puig acotaba el término y corregía al «maridísimo» y exdircom de Florentino Pérez por su desviación. La fórmula adoptada en Valencia es un pacto progresista pero ojo, con Podemos a extramuros del Consell. Y lo que pretendía Pablo Iglesias -al contrario- es nada menos que la vicepresidencia, el CNI y RTVE, para suprimir Ben Hur presumimos.

A la valenciana. Hace bien el President en reenfocar la percepción que desde la meseta se tiene sobre la fórmula del bipartito, un error común que Iglesias repite machaconamente sabedor de las virtudes de la redundancia en comunicación política. Cada vez que dice «a la valenciana» muere una gaviota popular. Iglesias está defendiendo la «marca Valencia» en Madrid como nadie lo ha hecho desde la naranja de Lizondo, arrebatando la silla del Palleter a la derecha local que disfrutaba hasta el momento de la guardia y custodia de la valencianidad. No están ni para eso. La respuesta del PP a la reunión Sánchez-Iglesias -«ese pacto es una paella con mucho arroz y poco pollo»- cierra el círculo: España se valencianiza por fin.

«De la valenciana». La ecuación, sin embargo, sigue sin cuadrar: un gobierno con Errejón de vicepresidente tras la retirada táctica de Iglesias tampoco es del agrado de Albert Rivera. Por tanto, a estas horas, seguimos sin investidura. Ahí va una sugerencia que podría servir para desbloquear el asunto. Razonada, plausible, adelantada hace algunas semanas e identificable cuando se escucha entre líneas a los políticos en liza: que Mónica Oltra sea nombrada vicepresidenta. La operación contentaría a los líderes concernidos. Pedro Sánchez obtiene el salvoconducto que le permitiría el «sí» o la abstención de Podemos. Albert Rivera nunca ha vetado a Compromís en el gobierno, que sepamos -aunque sí al revés-. Pablo Iglesias no esconde la influencia y atracción que nuestra vicepresidenta ejerce sobre él. Y Ximo Puig extendería un largo puente de plata que, uniendo Valencia con Madrid, serviría quizás para sanear las arcas de la CV. Quizás sea el salto a la política nacional lo que haya aconsejado a «Mònica» convertirse en «Mónica», en castellano.

¿Y el PPCV? ¿Qué pinta el PP de todo esto? Nada. Bastante tienen con escapar de su ruina. El caso del PPCV bordea la tragedia colectiva. En resumen están recogiendo lo sembrado, sobre todo en materia de recursos humanos. Para empezar -en el caso de Valencia- jamás imaginaron un futuro sin Rita y ahora son reos de un exceso de obsecuencia. Por otro lado están cosechando las consecuencias de la delación. Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, dice que los gobiernos están creando una civilización de delatores, a cuenta del antiterrorismo y las libertades. Mucho más cerca, delatores es lo que está buscando la justicia en Valencia y en el berenjenal judicial que afecta al partido. Será porque no acaban de tenerlo atado. Los concejales investigados por el «pitufeo» en el ayuntamiento achacan su destino a una vendetta de sus asesores. Es un diagnóstico paradójico ese por el cual se pasa de edecán a Judas. Todo este embrollo deja al desnudo cómo han gestionado el valor humano los conservadores. Mientras Isabel Bonig debe gestionar la escombrera que le han dejado, en el resto de España la cosa está por ver. ¿Debería Rajoy «echarse a un lado» como le pide José María Aznar? Hasta César Alierta les ha dado a todos una lección.

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