Aladín, como es conocido en el barrio donde regenta su locutorio, pasaba prácticamente desapercibido por «su carácter discreto». Además, su aspecto aniñado, sin barba y con el pelo bien cortado, se alejaba de la imagen que muchos tienen de un yihadista. «Jamás hubiéramos pensado que podía estar metido en algo de terrorismo», apuntaba José Carlos, vecino de la calle Corretgeria donde el detenido tenía su negocio de venta de fruta y droguería desde hacía cuatro años.

Aunque se anunciaba como locutorio, en su interior apenas había dos ordenadores y el pequeño establecimiento era más frecuentado por clientes en busca de algún producto básico que se les había olvidado al ir a comprar al supermercado o para recargar el móvil, según explica Luis, todavía sorprendido por su detención.

No obstante, varios vecinos confesaron a Levante-EMV que habían dejado de ir a comprar por determinados comentarios homófobos y machistas del ahora arrestado. «En mi pueblo a los maricones los encerramos y si no se curan les cortamos el cuello», le dijo a un chico homosexual el día cuando preparaba la fiesta del día del orgullo gay. O frases criticando que las mujeres vayan en falda o fumen, apuntaba otra conocida del presunto yihadista.

Sin embargo, muchos vecinos que solían ir a su establecimiento coinciden en señalar que siempre estaba sonriente y que le gustaba bromear con los precios o llamando Fátima a todas las mujeres. Asimismo, siempre estaba dispuesto a ayudar a los residentes y comerciantes de la zona prestándoles la escalera o dejando que llamaran desde su teléfono a dos niñas que se habían quedado en la calle esperando a su madre.

No vendía alcohol

Además de su clara prohibición a la venta de alcohol en su local, varios coinciden al recordar que solía estar escuchando noticias en la radio en su idioma, pero que como no lo entendían no sabían si era adoctrinamiento radical o no. «Siempre estaba escuchando cánticos árabes y cuando una vez le pregunté por los talibanes dijo eran buenas personas, las mejores».