­Esta primavera se ha ido una persona que movilizó a una tribu para educar a un país. Me refiero a Clara Asensio, la persona que presidió la Federación de Asociación de Padres y Madres de Alumnos/as de la provincia de Valencia en los inicios de la década de los ochenta del siglo pasado. Hemos de recordar que en estos años se estaba produciendo la organización social de los movimientos de padres y madres, que hasta el momento no tenían más que una incidencia muy local, en la comunidad escolar.

El conflicto registrado en la llamada Asamblea de L´Olleria, en noviembre de 1981, subrayaba las diferencias básicas entre dos sectores. En un caso se situaban las personas que representaban a las instituciones educativas regidas por una organización jerarquizada, con relaciones evidentes con el poder político que se estaba gestando en las Comunidades Autónomas, como era el caso del País Valencià. En el otro aparecen las personas que, como es el caso de Clara Asensio, representaban la autonomía de las asambleas comarcales y la soberanía de la asamblea general.

El triunfo de las tesis defendidas por Clara Asensio y otras personas (como Teresa Estevan) condicionaron la redacción de los Estatutos de FAPA de 1983, que recogen los principios pedagógicos innovadores de los movimientos educativos españoles, con una referencia explícita a la financiación pública de la enseñanza. Al mismo tiempo se avanzaba en la organización política de este movimiento en la escala autonómica, pues querían potenciar la estructuración de las APAs a nivel de Comunidad Valenciana.

El conflicto llegó a instancias judiciales, mostrando el encono que existía en ambas partes. Y al mismo tiempo manifestaba la constancia y el deseo que manifestaba Clara Asensio en la defensa de lo público desde la participación ciudadana. Esta oposición entre posturas más jerárquicas e institucionales frente a las más asamblearias y democráticas aparecerá en diferentes momentos de la historia de este movimiento asambleario, como hemos mostrado en la Historia de FAPA Valencia.

La posición firme y democrática de Clara Asensio queda de relieve en momentos más recientes, como ha sido el artículo publicado en Levante-EMV el día 10 de marzo de 2010, cuando manifestaba su asombro por la censura acordada desde esta misma institución respecto a su Historia.

Y así decía que se rebelaba «contra la arbitrariedad y autoritarismo de las personas que ahora gobiernan FAPA Valencia, como en su momento hice en ocasión de la Asamblea de L´Olleria, en un lejano 1981, que vuelve a mi memoria personal. En efecto, veo muchas semejanzas entre aquel proceso y éste y en el libro encontraba un apoyo documental que es básico para entender la historia de los movimientos sociales(€). Me gustaría que se hablara de la necesaria participación democrática desde la base de cada colegio y familia, pues desde ahí arranca el derecho a la educación pública. En estos momentos de superficialidad y poca participación, así como desconfianza en las instituciones hace falta trabajar con seriedad. Esta empieza con la denuncia de actuaciones que son poco democráticas». Proféticas palabras no sólo para denunciar la situación de hace seis años, sino que es un magnífico diagnóstico de la situación presente.

Frente a la apatía de esperar que otros resuelvan nuestros problemas, Clara insistía en la necesidad de la educación colaborativa, en la participación de toda la comunidad escolar para construir un espacio público donde se pueda argumentar las razones, las emociones, donde se pueda expresar con claridad aquello que no nos agrada y aquello que consideramos necesario para construir una sociedad ciudadana y no de súbditos y clientes.

Frente a la banalización de las palabras, como ciudadanía, escuela pública, comunidad escolar, Clara reclamaba que estos conceptos transformaran la realidad escolar, convirtiendo los centros escolares en lugares de intervención política, en ejercicio del derecho a un espacio público. Es un legado que nos dejan las personas que han manifestado una gran coherencia entre el «dicho» y el «hecho».

Unas personas que no estaban pendientes de la cultura de la subvención del Estado, pues tenían un proyecto para avanzar con un colectivo social que era el soporte real de una utopía compartida: hacer de la escuela un lugar de encuentro, de ejercicio de los derechos ciudadanos. Un lección de Clara para el presente del movimiento de padres y madres de alumnos.