­El sur de la Comunitat Valenciana es una de las zonas del territorio nacional que se encuentra más expuesta a la actividad sísmica, con frecuentes microterremotos. El último se registró el pasado lunes, con epicentro en Torrevieja, y alcanzó 2,4 grados en la escala de Richter. Estos pequeños sismos se explican por el movimiento constante de las pequeñas fallas que conforman la zona y ayudan a que se vaya liberando energía, lo que evita seísmos de mayor magnitud. Es justo lo contrario de lo que ocurrió ayer en la ciudad italiana de Amatrice, donde un terremoto de 6,2 grados ha provocado al menos 120 muertos y un centenar de desaparecidos. En Italia, las fallas son de grandes longitudes y más proclives a generar catástrofes. No obstante el sur de la Comunitat no está exenta de la posibilidad de sufrir un sismo de similares dimensiones, aunque las probabilidades son muy pocas.

El director de la Unidad de Registro Sísmico de la Universidad de Alicante (UA), José Juan Giner, asegura que los pequeños temblores que se producen al sur de la provincia «alivian la tensión» del subsuelo, y eso es algo que transcurre con normalidad durante todo el año y que viene sucediendo durante siglos. El experto en sismología apunta que no se puede establecer ninguna conexión entre los sismos que se van registrando, como el último en Torrevieja, con el sufrido en Italia porque son dos estructuras geológicas totalmente distintas.

No obstante, es cierto que existe la posibilidad de que se registren grandes terremotos al sur de la C. Valenciana y eso es algo que documentó la propia UA, que determinó que esa es la zona dónde hay mayor riesgo de que se produzca un temblor de gran magnitud en un periodo de retorno de 500 años, destacando especialmente Torrevieja y localidades como Benijófar, Bigastro, Almoradí, Formentera del Segura, Catral o San Fulgencio. Aun así, no hay motivos para alarmarse, insiste el profesor Giner.

El director de la Unidad de Registro Sísmico explicó que la UA sigue muy de cerca los sismos que se registran en la provincia a través de los sensores que mantienen en la Font Rotja.

Apuesta por la prevención

Desde allí se recogen datos de los movimientos de la corteza terrestre que se envían después al Instituto Geográfico Nacional. El mismo reconoce que vaticinar un terremoto de grandes magnitudes no es posible y consideró que lo que se debe de hacer es apostar por la prevención.

En este sentido, asegura que las administraciones públicas organizan cada año cursos de formación para profesionales, mientras el Instituto Valenciano de la Edificación también realiza cursos vinculados a realizar estudios de peligrosidad y vulnerabilidad, al tiempo que se mantienen convenios con los consorcios de bomberos. Todo un engranaje para estar preparados ante una posible catástrofe que muchas veces el ciudadano desconoce.

«Lo importante es conocer el fenómeno, saber cómo se va a producir, cuáles son las medidas a tomar cuando suceda y cuáles son las zonas que más afectadas pueden resultar», prosiguió el profesor.

Pero, ¿está preparada la C. Valenciana para responder ante una catástrofe de grandes dimensiones? En opinión de este experto en sismología se puede decir que sí porque en los últimos años, sobre todo, se han intensificado las acciones formativas y protocolos para coordinar una repuesta a este tipo de fenómenos. Y eso es algo que parece que se tomó más en serio desde que ocurrió el terremoto de 2011 en la cercana localidad de Lorca (Murcia).