El coche alimentado por combustibles fósiles lleva camino de ser un elemento extraño en las ciudades europeas y también en la Comunitat Valenciana, donde ayer se firmó el Pacte Valencià per la Mobilitat Sostenible, un documento avalado por la Generalitat, la Federación Valenciana de Municipios y Provincias (FVMP) y numerosas corporaciones públicas que ya han hecho su apuesta por ciudades más limpias, más sostenibles, saludables y, sobre todo, amables con sus ciudadanos.

Tal como explicó ayer en Valencia Carlos Cristóbal-Pinto, experto en transporte público y movilidad sostenible, parafraseando a Fred Kent (Fundador de «Project for Public Spaces»), «si usted planifica ciudades para coches y tráfico, obtendrá coches y tráfico. Si planifica para personas y lugares, obtendrá personas y lugares». El resultado es que nadie piensa ya en las ciudades como un espacio para el tráfico, sino en un territorio que debe ser hostil para el coche privado y donde el mandato ciudadano a sus políticos comienza a ser favorable a una expulsión rápida.

En la Comunitat Valenciana, según la Asociación Profesional de Técnicos en Movilidad Urbana Sostenible, de 78 ciudades con más de 15.000 habitantes, un 60%, posee su propio plan de movilidad. «Otra cosa es que se encuentre activo o no», resalta Carlos Cristóbal-Pinto, que preside la asociación.

Por ello el pacto está plagado de «compromisos claros y cuantificables» y medidas como «discriminar» el impuesto de circulación para los vehículos más «sucios».

El documento emplaza también, entre otras medidas, a «exigir en los nuevos edificios de uso residencial emplazamientos específicos, seguros y resguardados, para un número de bicicletas al menos igual al doble del de vecinos, en una ubicación con acceso cómodo y fácil desde la vía pública».

La revolución, según Carlos Cristóbal-Pinto, no ha hecho más que empezar. «Existe un cambio de paradigma, una dinámica de cambio que ya no se reduce a las ciudades del norte de Europa, tradicionalmente pioneras en la adopción de este tipo de medidas, sino que también se da en grandes urbes como París o Londres. Además, y quizá eso es lo más importante, en la mentalidad de los ciudadanos».

Un dato relevante expuesto por Carlos Cristóbal-Pinto es que las nuevas generaciones de jóvenes ya no tienen la obtención del carnet de conducir entre sus prioridades: «Prefieren gastar el dinero en viajes u otras cosas porque ya no lo perciben como una necesidad».

París prohibirá el acceso de los vehículos diesel en 2025 y Hamburgo va todavía más lejos al pretender expulsar «todos» los coches en 2034. Las mejoras en el transporte urbano y las nuevas tecnologías hacen posible un reto que hasta hace poco era una utopía.