La música, los trajes y los caballos es lo que más gustó al abundante público que ayer por la tarde abarrotó el centro de Valencia para disfrutar de la Entrada de Moros i Cristians. Hasta seis filas de personas se llegaron a agolpar en algunos puntos del carrer de la Pau, para muchos la mejor ubicación para disfrutar del desfile.

«Nos gusta mucho, los trajes son muy vistosos», explicaba Sara Martínez, de Teruel, pero en Valencia por estudios. «Es la primera vez que lo vemos. Los fuegos artificiales estuvieron muy bien; el año que viene repetimos», aseguró.

«¡Nunca lo había visto y me está emocionando!», comentaba Julia Gimeno, de Valencia, que veía la Entrada desde el Parterre junto a su madre y su tía Joaquina Hostalot, ambas aragonesas. Joaquina estaba satisfecha de poder ver el espectáculo en directo, ya que lo había visto «muchos años por la tele».

También le gustó mucho a Gemma Català. «Son nuestras tradiciones y la música es espectacular. Salen con mucha ilusión y eso es muy bonito», matizó. Los músicos lo daban todo, así como los integrantes de los bandos moros y cristianos, y el público correspondió con aplausos y buscando cualquier recoveco, escalón o barandilla donde poder ver mejor a las 40 filaes, 20 bandas de música, ballets, carrozas y los abanderados d´Arezzo. «La cantidad de personas es impresionante, es muy bonito; la gente responde mucho», aseguró Concha Úbeda, de Ontinyent, que desfilaba como contrabandista.

Los Caballeros del Dragón tienen este año la capitanía cristiana. «Es un cargo muy importante. Se prepara durante años y es muy bonito», confesó José Antonio Prieto, integrante de la comparsa. Por el bando moro, tenía el privilegio la comparsa Sarraïna Marvaharavesh. «Cumplimos 25 años y nos hemos implicado toda la Falla San Vicente-Marvà [una joven de Erasmus volvió a Valencia solo para participar], y la experiencia es muy grata», apuntaba Amparo Pascual.

«Es muy estresante todo, pero con muchas ganas», reconocía Cristina Noya. «Nos hemos maquillado a las 10 horas, vestido antes de comer, y después nos hemos acabado de arreglar. Llevamos un pantalón ancho, una túnica, un fajín con muchos detalles, la capa y el sombrero», explicaba Cristina.

El tiempo respetó -entre el público recordaban que «hace años hacía un frío que ´pelaba´»- y el ambiente era muy familiar, con personas de todas las edades entre los espectadores y los participantes. Por la tarde, el coqueto mercado medieval junto a las Torres de Serrans también contaba con gran afluencia de público.