Coser el partido, restañar heridas, practicar pedagogía… Son recetas en forma de frases que se han repetido en los últimos tiempos entre la cúpula socialista, después de la abstención para facilitar la investidura de Mariano Rajoy y de la división generada entre la dirección del partido, partidaria de esta posición, y buena parte de la militancia, contraria a ella y del lado del exsecretario general, Pedro Sánchez.

Ximo Puig se presentó ayer ante la ejecutiva del PSPV con la propuesta de una campaña para explicar los 500 días del cambio en las instituciones valencianas y una convención política, a celebrar a finales de enero, en la que fijar una posición propia, al margen de «sucursalismos» (Ferraz o Susana Díaz), ante los retos del momento: paro, desigualdad, globalización, federalismo y valencianismo fue los que citó ante los micrófonos antes de entrar a la reunión.

Sin líderes provinciales

«Quiero un PSPV que esté posicionado», dijo dentro, en un encuentro en el que estuvieron ausentes —¿solo casualidad?— los secretarios generales socialistas de las tres provincias: José Luis Ábalos —el referente del sanchismo en el territorio valenciano—, David Cerdán y Francesc Colomer.

La fractura socialista se ha plasmado con resoluciones de diversas agrupaciones —entre ellas, la provincial de Valencia o la de Castelló ciudad— exigiendo primarias y un congreso federal de forma urgente. No es la postura de la comisión gestora.

Tampoco es la de la ejecutiva del PSPV, según lo expresado ayer. Hubo voces críticas, como las de Vicent Garcés (Izquierda Socialista) y, sobre todo, el alcalde de Torrent, Jesús Ros, que subrayó que existe un problema con la militancia al que no se está dando solución. Pero nadie pidió el congreso federal, según las fuentes consultadas.

La postura de la ejecutiva es que lo prioritario es repensar el proyecto socialdemócrata y la reflexión, y que de poco sirve un congreso y un nuevo líder si no hay proyecto.