Si un día las construcciones de piedra seca son declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, habrá que esculpirle un monumento al arquitecto anónimo que levantó hace miles de años un refugio de la manera más instintiva: colocando piedra sobre piedra, siguiendo círculos concéntricos, hasta formar una especie de iglú de roca sin ningún tipo de argamasa.

Construcciones como la descrita salpican el paisaje de toda la Comunitat Valenciana y definen especialmente la geografía de localidades como Vilafranca, en Castelló, una provincia donde se cultivó -siempre de manera oral- un saber milenario. «Pero hay miles de casetas, refugios o cucos, según el sitio se les llama de una manera; ribazos, muros... también en Alicante y Valencia. En Enguera está el Cuco Magna, que ya está protegido, y tiene 10 o 12 metros de diámetro», describe Javier Martí, técnico de etnología de la conselleria de Cultura.

Martí es el responsable del expediente con el que se acaba de declarar Bien de Relevancia Local inmaterial la técnica de edificación en seco. «No se protegen las construcciones sino el conocimiento, pero una cosa lleva a la otra», ahonda Martí, apuntando que esta medida era un requisito, un pequeño paso en un proceso en el que se han involucrado países de toda Europa: que la Unesco incluya la técnica en el mismo catálogo en el que acaban de entrar las Fallas. «No se presenta España, que ya tiene el cupo cerrado, es una iniciativa colectiva», detalla el técnico sobre un «saber» del que es imposible calcular cuándo empezó a aplicarse ni dónde, aunque arraigó con éxito en países de la cuenca mediterránea. Pese a que tampoco se pueden fechar las construcciones locales, Martí explica que la mayor parte de ellas se sitúan en el período de expansión agrícola valenciana, en los siglos XVIII y XIX. Hay del XX, pero el técnico apostilla que «actualmente queda muy poca gente» que sepa alzar estas edificaciones.

Entre los tipos de construcciones que se propagan por el territorio valenciano se observan sobre todo los ribazos que separan parcelas de campo y los refugios temporales de agricultores o pastores. «Se utilizaban las piedras que quedaban tras limpiar el campo y se iban colocando hasta cerrarse en esa falsa bóveda; algunos refugios tenían incluso chimenea», detalla el investigador.

En 2002 la conselleria ya promulgó un estudio sobre la técnica y el pasado verano, durante un curso en Vilafranca promovido por la Universitat Jaume I, se anunció que la Comunitat Valenciana formaría parte de la candidatura que, de prosperar, sellaría un conocimiento atávico, tanto como el fuego.