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Miguela: «Si la quitaran, ¡qué disgusto más grande!»

El presidente del Foro de Laicos reivindica el derecho de muchos católicos impedidos al «ánimo y la alegría» que les da la emisión

Miguela, que nació hace 95 años, siempre ha sido mujer de misa diaria hasta que el pasado otoño sufrió una mala caída. Como su edificio del centro de València no tiene ascensor, se ha quedado impedida en la práctica. No sale de casa. El televisor es ahora el cordón umbilical que la ata al rito central del catolicismo en el que fue educada en aquella España de los años veinte. Cada domingo por la mañana ve la misa en La 2. Después, una persona autorizada por la Iglesia le reparte la comunión a domicilio. «Soy católica y quiero verla», explica. Al oír el debate planteado por el líder de Podemos, que pone en cuestión su misa dominical, se echa las manos a la cabeza. «Si la quitaran, ¡qué disgusto más grande me llevaría!», exclama. Miguela cree que pedir la supresión de la misa por la televisión pública no es de ser una buena persona.

El mismo criterio comparte Pepica Alfaro. Tiene 84 años y vive en Xàtiva. Feligresa de la parroquia del Carmen, recalca. Cada domingo conecta La 2 para ver la misa. Naturalmente, está en contra de la propuesta de Unidos Podemos. No lo entiende. Dice que a ella le quitarían un servicio al que está acostumbrada desde hace tiempo.

Según Eduardo Osca, presidente del Foro de Laicos del Arzobispado de València, la misa televisada por La 2 es fundamental para muchas personas. Especialmente, para aquellas personas mayores impedidas o los católicos que, por determinadas circunstancias, temporalmente no pueden moverse de casa.

Él mismo, ministro extraordinario de la comunión (autorizado a administrar la hostia consagrada de casa en casa), recalca el bienestar espiritual que percibe en estos feligreses que pueden ver la misa por televisión y luego comulgar. «Es una alegría interna para ellos poder disfrutar de la misa, aunque sea por televisión. Es el ánimo que les da, la satisfacción que se llevan de poder seguir lo que siempre han visto y, además, poder comulgar. ´¿Cómo te lo puedo agradecer´?, me preguntan muchas veces», relata.

«Odio y revanchismo»

«El Gobierno está siendo muy blandengue con todo esto. Hay que poner orden para que no nos quiten nuestros derechos y nuestras tradiciones», sostiene Eduardo Osca. A su juicio, es propio de «ignorantes y analfabetos culturales y políticos» la propuesta de quitar la misa. «Sería un crimen, por 30 minutos a la semana, que miles de personas no la pudieran ver. Sería una muestra de odio y revanchismo», opina.

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