«Mi historia es al revés: la gente se va del pueblo a la ciudad a mejorar, y yo hice lo contrario». Así cuenta su vida Sergio Pérez, monitor ambulante de pilates, spinning y body pump por los pueblos del Rincón de Ademuz que ha montado un gimnasio en Landete, que con sus poco más de 1.300 habitantes es el municipio más poblado de la franja de tierra de Cuenca que separa el Rincón de Ademuz de València. Hace siete años, con su mujer y sus dos hijos de 8 y 5 años, decidió desandar el camino del campo a la ciudad que hizo junto a sus padres en los 70. Abandonó Barcelona para empezar una nueva vida en La Rinconada, la aldea de 30 habitantes de Santa Cruz de Moya que le vio nacer.
En su encuentro con los jóvenes de 4º de ESO de la Serranía y el Rincón, les cuenta que ahora son más felices «porque vivimos donde queremos y hacemos lo que nos gusta». «El dónde vives -prosigue- no puede depender de tu trabajo, sino de lo que quieres hacer: luchad por defender vuestra vocación en el sitio que más os guste».
Cansado de la vida en la metrópoli, lanza un mensaje claro a los jóvenes de estos pueblos rurales: «No os quedéis con la idea de que para vivir mejor hay que ir a la ciudad. Está bien conocer cómo se vive allí, pero luego, comparad».
Alejandro Sebastián, ingeniero agrícola, tras siete años viviendo en València, decidió volverse a su pueblo, a Aras de los Olmos, en busca de «calidad de vida». Allí ha abierto una empresa de inseminación artificial de conejos para la industria cárnica única en la Comunitat. Da trabajo a ocho personas en este pueblo de 381 vecinos. «En la vida no hay nada más bonito que trabajar en lo que te gusta», cuenta. Por ello, recomienda a los chavales que estudien lo que les guste. Cree que una buena medida contra la despoblación de estas comarcas sería que los funcionarios (médicos, maestros...) se quedaran a vivir en los pueblos donde trabajan.
