«No tengo nada que esconder, y en cambio conmigo están yendo por la espalda». Rosa Choque, o la «hermana Rosa», directora de la asociación de fieles Misioneras de la Divina Providencia, lamentaba ayer así el «daño moral» y el «maltrato» que está recibiendo del Arzobispado de Valencia que, tal como recogía ayer Levante-EMVLevante-EMV, ha decidido disolver la entidad diocesana y hacerse cargo de todos sus bienes: nueve edificios incluyendo la casa central en Algemesí y la «escoleta» con 48 alumnos de Bonrepòs i Mirambell. Además, la diócesis ha intervenido las cuatro cuentas bancarias a nombre de la asociación, con unos 180.000 euros.

Tanto el gobierno local de Bonrepòs, como las familias de los alumnos de la escoleta y la propia Rosa Choque consideran que esta actuación del Arzobispado tiene como único fin quedarse con los bienes de la asociación. «No sé qué pensar, pero las evidencias están ahí», señala la religiosa.

La ya única «misionera» niega además que haya habido ningún «movimiento anómalo» en las cuentas, tal como también mantiene el arzobispado. «Aunque me las he visto y me las he deseado para hacer frente al pago de las nóminas y hemos tenido que adelantar dinero cuando no entraban a tiempo las subvenciones de la Conselleria de Educación», asegura Rosa. «La subvención de la conselleria supone el 70 % de los ingresos de la guardería. Supongo que si hubiera habido alguna irregularidad ellos lo habrían detectado», añadió la también directora del centro.

La religiosa reconoce otro movimiento no habitual entre las cuentas de la asociación. Tuvo lugar en 2011, cuando «dos personas a las que no quiero nombrar intentaron acceder a las libretas que teníamos en un banco de Algemesí».

«Yo aún no era la presidenta y la que estaba me dijo que pasara el dinero a las cuentas de los bancos de Bonrepòs. Pero ni entonces salió ni un euro a una cuenta externa», asegura. Todos estos movimientos, subraya, han sido en las cuentas de la misma entidad religiosa.

En julio de 2016, y tras la muerte de una de las «misioneras», el arzobispo Antonio Cañizares nombró a dos «comisarios» para que se hicieran cargo de la asociación con el fin de disolverla, ya que solo quedaban dos integrantes: la «hermana Rosa» y la «hermana Encarna», que falleció el pasado domingo por la noche. «Ese mismo mes me echaron de mi casa en Algemesí», explica Rosa refiriéndose al «convento».

A ella la enviaron a la escoleta y casa de Bonrepòs (donde vive actualmente) y a Encarna, a la residencia en la que murió. «Cambiaron los cerrojos y ya no pude entrar. Mi ropa aún está allí y ni siquiera he podido ir a recogerla».

Además de hacerse cargo de los inmuebles de la asociación en Algemesí (cuya titularidad fue entregada a la parroquia por el fundador de la entidad mientras esta no tuviera la personalidad jurídica de la que ya dispone desde hace años), los «comisarios» del arzobispo se hicieron también con las cuentas y es entonces cuando detectaron las supuestos «movimientos anómalos».

Aquel mismo mes la «hermana Rosa» se dirigió por escrito a Antonio Cañizares para pedir su intervención, sin que de momento haya recibido respuesta. «Me echaron de mi casa y me trataron de forma inhumana. Fui humillada y por eso escribí al arzobispo como a un padre, para pedirle ayuda y consuelo. No me ha llamado, pero aún espero que me llame, creo que él aún no se ha enterado de la verdad, pero el daño moral que me han hecho está siendo muy grande».

La «misionera» critica la «nula información» que está recibiendo por parte de la diócesis y de los «comisarios» nombrados por Cañizares. «Aquí no han venido nunca, sólo se comunican conmigo a base de burofax. ¿Por qué no me dicen las cosas de frente? ¿Acaso me tienen miedo? Cuando un perro ladra, se le mira. A mí en cambio ni se dignan a mirarme ni a avisarme de las cosas, me entero por terceras o cuartas personas o, como hoy, porque ha salido en el periódico». Afirma que ha entregado a la diócesis toda la documentación que le han solicitado.

Por todo ello, Rosa Choque está convencida de que es víctima de un «abuso de poder y extralimitación» por parte del Arzobispado de València y en especial de los comisarios. «Si hubiera sido un hombre y de aquí (es de origen peruano) no me estarían haciendo esto. Pero aprovecharon mi situación de debilidad para quitárnoslo todo».

Asegura que uno de los comisarios le ha llegado a ofrecer «una casa en València y un trabajo» para dejar la asociación por las buenas. «Pero yo no puedo hacer eso», anuncia. Sobre la posibilidad de renunciar a los bienes de la entidad en Algemesí a cambio de que se le permita seguir dirigiendo la «escoleta» y la asociación, duda: «Se podría dialogar»