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Documentos desclasificados

Valencialeaks

Documentos desclasificados del Departamento de Estado americano revelan los telegramas enviados a Washington en plena Transición

Manifestación por las calles de València en 1976 en defensa de la democracia y la autonomía.

Igual que ha existido un Wikileaks, la fuga de telegramas secretos del Departamento de Estado de Estados Unidos, existe un Valencialeaks. Washington ha desclasificado y puesto al alcance público un lote de telegramas oficiales del corazón de la diplomacia americana en la era Kissinger que dejan al descubierto la producción diplomática de aquellos años coincidentes con la Transición española.

En ellos aparece la visión que la embajada americana en Madrid trasladaba al Gobierno estadounidense sobre lo que estaba ocurriendo en la España posfranquista. También en la Comunitat Valenciana. Y ahí aparecen confesiones inconfensables de políticos valencianos escrutados por los diplomáticos de Estados Unidos, que para este trabajo de campo podrían haber utilizado una cobertura para camuflar su verdadero propósito.

Según indica una fuente habituada a la Inteligencia consultada por Levante-EMV, los informantes «podrían haberse hecho pasar por empresarios o agentes comerciales de Estados Unidos que hacían preguntas para saber cómo estaba la situación política antes de invertir en España, aunque luego toda esa información recabada la enviaban al Departamento de Estado. Obviamente, la Administración americana querría tener información de primera mano, no solo la oficial que le pasaría España».

Hay tres informes de especial relevancia e interés referidos a la cuestión valenciana de aquellos años clave para el autogobierno.

Ante la reforma política. El informe se redacta dos días antes de la votación del 15 de diciembre de 1976: el referéndum sobre el Proyecto de Ley para la Reforma Política, que enterraba el franquismo y ponía la primera gran piedra para la democracia. Más allá de detalles que han envejecido, sobresale una reflexión: la imagen que los oficiales de la embajada trasladan al Departamento de Estado que dirige Henry Kissinger. Y es la del meninfotisme valenciano en un momento de plena efervescencia.

«Los valencianos son tranquilos y no conflictivos por naturaleza. Tienen una mente más independiente que sus compatriotas en algunas otras regiones y podrían, por tanto, no dejarse arrastrar fácilmente a las movilizaciones. La mayoría silenciosa, por lo tanto, no votaría de manera radical y el elector rural sería más proclive a prestar atención a los consejos del gobierno. Sin embargo, hay que reconocer que los valencianos tienden a ser indolentes» (la palabra usada es «lackadaisical»: ausencia de interés o entusiasmo). Y añade unas líneas después: «València no está todavía muy politizada».

Primeras elecciones libres. Este segundo informe lleva la etiqueta de «confidencial» y describe «la atmósfera preelectoral de València» una semana antes de las primeras elecciones democráticas tras la muerte de Franco. A la Comunitat Valenciana se la describe como una «región acomodada con poca pobreza». «Un prominente hombre de negocios hace notar que los valencianos tienden a ser indolentes y son difíciles de movilizar».

Es la segunda referencia al supuesto meninfotisme valenciano que se enviaba en telegrama confidencial a Washington. La idea se amplía con el mito del Levante Feliz: «València es una rica región relativamente libre de tensiones políticas o laborales y, por tanto, no propensa al radicalismo».

Los americanos señalan que «la mayoría de agrupaciones políticas en València (compiten 18) está promoviendo la cuestión del ‘regionalismo’ valenciano, aunque quizá con menos fervor que vascos y catalanes». El informe prosigue: «El alcalde Ramón Izquierdo nos dice que el tema del regionalismo es una especie de moda pasajera y que la mayoría de valencianos realmente no están interesados en la llamada cuestión autonómica. Él especula con que, tal vez, hay un cierto deseo por la autonomía administrativa o económica, pero no por ninguna autonomía política».

En este documento aparece un dirigente de la jerarquía católica que subraya que «el líder de la lista del PCE de València (Emèrit Bono) está llevando una línea blanda en la campaña», sacrificando votos y mirando a largo plazo con las municipales de 1979 como verdadero objetivo. La embajada de Estados Unidos en Madrid, después de la labor de prospección, traslada a Washington que «aunque València es conservadora, los banqueros están apoyando a la UCD y no a AP».

Las urnas municipales. Se acercan las primeras elecciones municipales de la España que emerge de la dictadura. Ya con la Constitución aprobada y Adolfo Suárez votado y en la Moncloa, el mapa político se reconfigura. Ahí se enmarca este nuevo telegrama, del 12 de febrero de 1979, clasificado como «confidencial» sobre lo que el cable llama «País Valenciana (sic)».

El informe, del 12 de febrero de 1979, es largo. Y jugoso. Habla del presidente del Consell Preautonòmic del País Valencià, Josep Lluís Albiñana. «Él es generalmente visto como un socialdemócrata, una figura gris con poco atractivo político ni partidarios personales», describen los americanos.

En plena Batalla de València, Estados Unidos focaliza su atención en la guerra de símbolos: senyera, nombre, llengua. «Es una cuestión emocional que no puede ser ignorada», advierten los diplomáticos a Washington, que se hacen eco de una postura que en privado deslizan dirigentes de la UCD: «El 70 % de los votantes no se preocupa por la autonomía valenciana, ¡pero ay del político que no muestra el debido respeto a la bandera azul local y hacia la lengua de València!».

Este telegrama del 79 recoge información de primera mano de los líderes políticos valencianos. Según el infome, el secretario general del PSPV, Joan Pastor (predecesor de Joan Lerma), reconoce que el PSOE «está jugando ‘el juego regionalista’ en València a pesar de que es un partido esencialmente centralista».

También aparecen las confidencias del secretario general del Gobierno Civil de València, Enrique Millán, que abona una observación recabada por los diplomáticos estadounidenses acerca de que «los valencianos tienden a ser indolentes y difíciles de movilizar». «Enrique Millán lo dijo de esta manera: los valencianos están interesados en el trabajo y en las fiestas, pero no especialmente en política», recoge el telegrama enviado al Gobierno de Jimmy Carter. Una vez más.

El cable recoge las impresiones hasta del vicario general de València. El alto cargo eclesiástico subraya en conversación con los americanos (se supone que bajo cobertura que disfrace su auténtica intención), que «el Partido Comunista está muy bien organizado a nivel municipal y de barrios, trabajando a través de las familias y con las asociaciones vecinales. [El vicario general] cree que esto es un activo valioso, especialmente en las elecciones municipales». El informe destaca que en València y Alicante el PCE está siguiendo la línea moderada y eurocomunista de Carrillo para disgusto de las «desilusionadas juventudes radicales».

Asimismo, aparece una referencia al valenciano Abril Martorell, por entonces vicepresidente segundo del Gobierno de Adolfo Suárez y ministro de Economía. «Difícilmente tiene el carisma para atraer gran cantidad de partidarios personales, pero el prestigio de su posición podría oscilar votantes hacia la UCD [en la Comunitat Valenciana]», señala el informe. Así era aquella València política vista desde Washington.

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