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Boda en el hospital

"Quería casarme por si no me quedaba tiempo"

Una pareja se casa en el hospital donde está ingresada ella, enferma de cáncer de colon desde hace cuatro años - «Quería cumplir mi sueño», dice

"Quería casarme por si no me quedaba tiempo"

Han forjado su amor de hospital en hospital. No han ido juntos al cine, ni a cenar. No han paseado bajo las estrellas ni se han jurado amor eterno junto a una chimenea. No se han ido de vacaciones; no les ha dado tiempo. De hecho, el tiempo es su peor enemigo, junto a un cáncer que no les abandona. Las primeras miradas cómplices, la primera vez que se cogieron de la mano, el primer beso...

Toda su historia, de principio a fin, discurre en una habitación impersonal de tonos cálidos. A ellos no les importa. Él es su amigo, su confidente, su enfermero, su cuidador... Y, desde el pasado sábado 18 de noviembre, su marido. Ella es su amor, su ilusión, su esperanza, su vida... Y, desde el 18 de noviembre, su mujer. Hasta que la muerte los separe.

Las frías paredes de cualquiera de los hospitales por los que han pasado han sido testigos de un amor que rompe los esquemas, sorprende y casi hipnotiza cuando, llegado el momento, deciden que el tiempo apremia y que hay que cumplir un sueño: celebrar una boda. O mejor dicho, la boda de cuento con la que ella había soñado toda la vida.

La boda se celebró un sábado por la tarde en la capilla del hospital. Hubo flores, menú, invitados, alianzas, ramo de novia, arroz... No faltó detalle. Trajes para el novio y la novia regalados por otros enfermos del hospital, un collar transformado en tiara porque la novia quería lucir una joya en la frente, unas alianzas de plata porque «para el oro no nos llegaba», unas flores y un menú ofrecido por el propio hospital, que cedió las instalaciones y las decoró para la ocasión.

Ella, acompañada de su padre y abuelo, anduvo hasta el altar y permaneció de pie casi una hora y media, olvidando su enfermedad, dejándola a un lado para que la tristeza no asomara. Fue un día de felicidad. Una boda de cuento de hadas que sorprendió a pacientes, familiares y personal hospitalario. Hubo besos y cariño. Hubo noche de bodas, aunque fuera en una cama individual y el novio se sentara en una silla para coger de la mano a su esposa.

En este cuento, los protagonistas son jóvenes, están enamorados y tienen un hijo. Pero el cáncer de colon que sufre ella les corta las alas. Sin embargo, ese fue el motivo por el que se conocieron. La razón de que no se publiquen imágenes de los novios (ahora marido y mujer), no se nombre el hospital donde está ingresada y que se publiquen tan solo las iniciales de los dos protagonistas no es otro que una orden de alejamiento que los obliga a esconder un amor que gritarían a los cuatro vientos. Ella fue víctima de la violencia machista de su anterior pareja y su gesto cambia de forma radical solo al mencionarlo. Así que, desde este instante, ella será M.C. y él, A.O.R.

Flechazo instantáneo

La historia de amor entre estos jóvenes de 29 y 32 años comenzó con un flechazo. Ella, ingresada en el hospital, se recuperaba de la primera operación tras serle diagnosticado un cáncer de colon. Él, sin conocerla de nada, fue a visitarla con una única misión: hacerle sonreír.

Desde entonces, a ella no se le ha borrado la sonrisa de la cara. «Mi tío y su tía tienen una relación y cuando mi tío fue a visitarla al hospital me dijo que le acompañara otro día para ver si podía animar a la chica porque la había visto muy decaída y yo, la verdad, soy de esas personas que hacen bromas de todo... », explica A.O.R.

Ella, asegura que cuando atravesó la puerta del hospital y le vio «sus rizos», supo que ya nada sería igual. «Me gustó desde el primer momento. Sus rizos, su simpatía, su manera de ser... Fuimos cómplices desde el primer minuto y así llevamos ya cuatro años», relata M. C.

Por aquel entonces (año 2014) el joven tenía una tienda de venta de objetos de segunda mano, que cedió a sus socios para cuidar a la que ahora es su mujer. Desde que se conocieron no se han separado. Cuando la joven recibió el alta del hospital, la pareja alquiló un piso y se fue a vivir su amor. Tener hijos no estaba en sus planes. Las secuelas de la operación parecían insalvables y aunque los médicos lo habían dado casi por imposible, se hizo la vida. Esa vida tiene ahora 13 meses y vive con los abuelos paternos.

En el lugar al que la pareja huyó de la noche a la mañana, alertada por la policía, al saber que el maltratador los había encontrado. En esa ciudad, que Levante-EMV omite por razones obvias de seguridad, nació su hijo y se reprodujo el cáncer. Y tras una segunda operación, regresaron a València en busca de otra opinión médica ya que a la joven apenas le daban unos meses de vida. Ellos no pierden la esperanza. «Estamos en lista de espera hasta que los médicos decidan si operan o no», relatan.

Mientras tanto, la idea de la boda cobraba fuerza. «No sé cuando saldré del hospital y quería casarme con el hombre de mi vida por si no me daba tiempo», explica. Y así ha sido. Vivan los novios.

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