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El mestizaje sonoro se encarna en Bebe en Nits al Castell de Xàtiva

La actriz y cantautora presentó el sábado las canciones de su último disco

El mestizaje sonoro se encarna en Bebe en Nits al Castell de Xàtiva

Tras la "delicatesen" inaugural servida por la actriz y cantante de Marlango, Leonor Watling, llegó al XIX Festival Internacional Nits al Castell de Xàtiva otra cantante y actriz, más singular si cabe: María de las Nieves Rebolledo Vila, más conocida en la aldea global como Bebe, quien irrumpió con su Cambio de piel en una cima de leyenda e historia. La que con el paso de los siglos depositaron en el castillo civilizaciones como las de los íberos, los romanos o los árabes.

Sobre las 11.20 de la noche del sábado, entre las sombras de la noche, emergió en el oscuro escenario la menuda figura de Bebe, precedida, a modo de premonición, de ese icono de la copla y referente de Manolo Caracol, La niña de fuego; una canción que la intérprete hizo valer a modo de carta credencial y la misma que en sus últimos conciertos le viene acompañando; como sucedió en el concierto del teatro Ópera de la capital Argentina, donde es venerada, el pasado mes de mayo.

Cantó con el sabor mestizo que la caracteriza, con una voz entre íntima y personal, fruto de la cosecha de valencianos nacidos en 1978 en el Cap i casal. Un origen —en todo caso— que apenas arraigó en su ADN, ya que con un año se trasladó a vivir con su familia a tierras extremeñas. Así que el mestizaje que exuda, lo respiraría en otros ambientes y no por estos lares. El escenario que Bebe y sus cuatro músicos ocuparon tenía de fondo, un poco lejano, el castillo iluminado, como de postal. El único mueble que vestía el tablado era un icono del erotismo como acontece con el modelo de ratán de origen polinesio que popularizó la recientemente desaparecida Sylvia Kristel en la película Emmanuelle.

Bajo la mirada de una luna llena, Bebe estaba allí para oficiar el mestizaje del embrujo árabe del lugar. Con un cierto erotismo en su mirar risueño, con las raíces punk que afloraban en su piel morena surcada de tatuajes y piercings. De ahí su riguroso negro en la indumentaria de chaqueta ajustada y minifalda a lo Mary Quant de Carnaby Street, complementada con una botas altas, a modo de sandalias de verano. El repertorio que fue desgranado, canción a canción, procedía de Pa'fuera telarañas, de 2004, Y., de 2009; Un pokito de rocanrol, de 2012 y Cambio de piel, de 2015. Es decir, de los cuatro discos que ha publicado en sus 12 años de carrera musical. Obviamente las del último tuvieron preferencia a lo largo de las dos horas que duró el concierto. Y el sillón hot fue un referente ocasional que usó para lucir en sus canciones el pedazo de actriz que lleva dentro, como está constatado en esas siete películas que, desde 2002, ha interpretado.

Y llegó ese himno que es «Malo»

Eso sí, fue parca en palabras dirigidas al público. Conforme avanzaba el concierto la complicidad creció. Su voz susurrante, en ocasiones se transmutaba con la ascensión de las vibraciones de sus músicos. Lo que, en el tramo final del concierto, sirvió para que la participación palmera del público fuese in crescendo. Desde la cima de sus tacones, y a la mitad de la sesión, Bebe interpretó esa canción que la catapultó y que, con el paso de los años, ha cristalizado en un himno-denuncia contra la violencia machista, Malo. Después vino la presentación de los músicos.

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