Los toros fueron el espectáculo estrella de la fira de 1918. La plaza diseñada por Demetrio Ribes había sido inaugurada tan solo unos meses antes, el día de la Pascua de Sant Vicent. A partir de aquel mes de abril se celebraron con asiduidad corridas, para empezar a diseñar el cartel de feria con los mejores espadas posibles y, sobre todo, para calibrar el nivel de aceptación popular, ya que sin la venta de cientos de entradas no se tenía dinero para cubrir gastos ni ingresos para las instituciones benéficas. Si resultaba rentable, la plaza serviría además, para enriquecer el programa de feria con cuatro novilladas y un concurso musical de bandas. Pero antes había que perfilar detalles, para no ser pasto de los críticos taurinos como Pica-Pica, que se iba a mostrar implacable a la hora de denunciar las deficiencias.

Lleno hasta el Calvari Alt el día de su inauguración. Se ocuparon las 1.724 localidades de sombra y las 1.725 de sol. Y los que no pudieron entrar, se acercaron hasta la ermita del Calvario para conseguir vislumbrar con ayuda de gemelos algo de aquel momento histórico. Presidió la lidia el teniente de alcalde, Jose Tudela, en representación del consistorio, y Joaquín Soler, como máximo responsable de la sociedad de accionistas que había posibilitado la construcción de la plaza. Por fin, Xàtiva contaría con un coso taurino fijo, abandonando para siempre las portátiles de madera que los tablajeros setabenses montaban durante las ferias de agosto o cualquier otra fiesta señalada en las plazas de la Bassa, Seu, o Sant Jaume, que por unos días servirían de improvisado ruedo. Todo había comenzado gracias al permiso real del Supremo Consejo de Castilla, que desde finales del siglo XVIII, daba permiso para que en Xàtiva se pudiesen celebrar sueltas de toros durante seis días, con especial atención a la fira. Pero ahora, ya no habría que montar nada, y se podría disfrutar de espectáculos todo el año.

Aún había mucho que mejorar. Los toros de aquella inauguración no fueron buenos, los espadas y banderilleros inexpertos, pero Pica-pica les disculpaba por los apremios de la presentación. El espectáculo tenía que mejorarse. Así, un mes más tarde, se anunciaba otra gran novillada protagonizada por toreros de Xàtiva, que deseaban seguir los pasos del fenecido Punteret, Jose Mascarell «Rullet», o Joaquín Codina. Así, de aquella nueva generación, podemos destacar a: Rafael Alonso chicuelo, Antonio Barraquet doraito, Rafael Sanz calderón, Ricardo Cháfer morenito o Enrique Chulia, el frutero. Aprobaron con nota, y algunos tomaron la alternativa en posteriores corridas con toros bravos. Más tarde pisaron el ruedo setabense otros diestros más consagrados como Manuel Martínez o Antonio Belenguer, y se consiguió contratar el mejor espectáculo cómico-taurino del momento, el de Charlot, Llapisera y sus botones. En julio, se puso fin a la fiesta temporalmente y la Junta de accionistas se reunió para dilucidar si era rentable para la plaza programar cuatro corridas de toros y un concurso de bandas para los días de feria. La respuesta fue afirmativa gracias al gran éxito de público que habían tenido las corridas celebradas a lo largo de la primavera, en las que se había hecho pagar entrada a todos menos a los accionistas, y a los niños de pecho. Se pensó en aumentar las prestaciones de la plaza con otros espectáculos alternativos a la lidia, como ofrecer competiciones musicales de bandas, y poder contentar los gustos de los no taurinos.

Así, todas las tardes, desde el quince al diecinueve de agosto, se toreó y mató a estoque novillos y toros con las faenas de Emilio Amorós, Antonio Granero y Antonio Beleguer, entre otros, y se contó con el espectáculo de Llapisera y sus botones. Muchos repetían en Xàtiva en un escaso intervalo de tiempo. Pica-pica fue implacable con todos ellos, pero con especial saña, hacia la actuación del Llapisera, que la calificó de auténtica tomadura de pelo, y todo debido a que viajaban en automóvil por toda España para cubrir demasiados compromisos, lo que les quitaba la chispa que les había llevado a la fama. Todo manifiestamente mejorable, exceptuando el Concurso Musical donde las bandas de la Música y la Vella, brillaron a gran altura. La feria de Xàtiva merecía lo mejor y más cuando el público respondía.

En la feria de hoy, cuando rozamos el centenario de aquella plaza, Xàtiva se ha quedado sin toros de muerte. Y Pica-pica ya no tendrá nadie con quien meterse. Ahora la plaza puede organizar espectáculos de otra índole y el centenario del coso merecía un libro para recordar una historia que contar a nuestros hijos. No piensen que muchos de sus tatarabuelos fueron unos sádicos que disfrutaban con el maltrato animal, más cuando algunos de ellos aspiraron a ser toreros.