Enrique Climent se acuerda con frecuencia de aquel domingo 5 de febrero. Eran las 11 de la mañana cuando, circulando por la Avenida Selgas, un conjunto de ramas de platanero se desplomó a la vía pública por el fuerte viento e impactó en el techo de su coche. «En ese momento no sabía muy bien lo que había pasado: solo noté un fuerte golpe y cómo el morro se levantaba. El susto no se lo deseo a nadie: estoy vivo de milagro», rememora el comerciante de una tienda de cortinas de Xàtiva, mientras enseña el contundente informe policial que relata los hechos.

Casi cinco meses después del incidente, Enrique todavía aguarda la respuesta del ayuntamiento -como responsable del cuidado de los árboles- a su reclamación por responsabilidad patrimonial. El perito del seguro valoró el coste de la reparación del Mercedes en más de 8.000 euros, un importe que no puede costear de su bolsillo, a la espera de que el ayuntamiento resuelva la indemnización que le corresponde. «Lo único que me dijeron es que esto iba para largo y que tuviera paciencia. Es de juzgado de guardia», clama. Desde febrero, el vehículo permanece totalmente inmovilizado -e inutilizable- en su garaje. Para desplazarse diariamente, Enrique ha de coger prestado un automóvil de casi 30 años de antigüedad que comparten sus hermanos, fruto de una herencia familiar. «Si fuera mi vehículo de trabajo, ¿qué haría? Me parece de tener mucha cara: la administración está para solucionar la vida a la gente, no para complicársela», denuncia, decidido a acudir a los tribunales en agosto, cuando se cumplan 6 meses desde que presentó la instancia, el plazo que determina la ley en caso de silencio administrativo. La mecha de la indignación de Enrique prendió cuando, religiosamente, le llegó el recibo del impuesto de rodaje por el coche averiado: más de 130 euros. «Al principio me negué a pagarlo, pero no me quedó otra. La culpa de que no funcione no es mía», censura, tras afear a la administración que no ponga el mismo celo en responder a su reclamación. El damnificado responsabiliza al consistorio del riesgo que representan los plataneros en la vía pública. «Tuve más suerte que si me hubiera tocado la lotería, pero si me llega a coger la rama, no estaría vivo para contarlo. Al final pasará algo grave», advierte.