¿Cómo diría que ha terminado esta temporada de tanta convulsión económica?

Creo que muy bien. Estoy contenta. Finalizamos temporada con una Traviata que encantó a los espectadores y podría haber estado muchos más días en cartel. El público valenciano reacciona de manera estupenda ante el repertorio italiano, pero también hemos ganado su confianza porque conocen la garantía de nuestros espectáculos. Por eso los abonos y entradas se venden anticipadamente con bastante facilidad.

Sin embargo, vienen épocas duras. Y en cuatro temporadas se habrá pasado en la programación de once a seis títulos, que serán los del próximo abono.

Evidentemente, existe una falta de liquidez en todos los estamentos y el recorte económico es una necesidad absoluta. Pero la programación no perderá su nivel de calidad, aunque el número de producciones será menor. El próximo año coproducimos con el Teatro Real L´elisir d´amore y el resto de espectáculos serán producciones de coste asumible, reposiciones y producciones alquiladas a otros teatros.

¿De qué forma se podría rentabilizar un edificio como el del Palau de les Arts que tantos millones ha costado, tanto cuesta de mantener y sólo se encuentra a medio uso?

Desde el punto de vista artístico, la rentabilidad ha de venir de nuestras propias producciones, bien reponiéndolas u ofreciéndolas a otros teatros. Si hablamos del edificio, para poder sacarle más partido habría que aumentar su presupuesto. Sólo más dinero nos permitiría un mayor uso de él y poder aumentar la promoción de su contenido. Tenemos ganado al público valenciano y español, pero todavía nos falta atraer al espectador internacional. Y, para eso, serían necesarias grandes campañas promocionales. El público internacional busca calidad y va allí donde sabe que se le ofrece, pero antes debe saber que existimos.

¿No lo conocen aún después de tantos eventos para promocionar la Ciudad de las Artes y las Ciencias?

Hay un aficionado latinoamericano que se desplaza a Madrid y va al Teatro Real, pero no viene a Valencia. Existe un aficionado japonés que acude al Liceu, pero no a Les Arts. Ahí es donde debe entrar la labor de información y la campaña de promoción.

Para eso debería existir una normalidad económica y parece poco probable que se vaya a producir de momento.

Hasta ahora, nuestro presupuesto estuvo aceptable para ofrecer un mínimo indispensable de funciones y de programación. No tenemos los 18 millones que el Real recibe del Ministerio, ni los 14 que percibe el Liceu. Si hay recortes tenemos que reducir la programación porque hemos de mantener una orquesta y un personal. La única posibilidad de hacer recortes sería en el apartado del mantenimiento del edificio: desde su seguridad hasta su limpieza, pero las necesidades del edificio son muy amplias.

¿Una solución no podría ser un uso compartido con otras instituciones a fin de rentabilizar coste y espacios?

Mi idea siempre fue agrupar todas las disciplinas artísticas en él. Creo que ésta ha sido la primera temporada normalizada desde que el edificio se inauguró. Todos sus espacios ya están abiertos y hemos tenido que ir ajustándolos. Sin embargo, nos ha llegado la crisis y para poder mantenerlos todos en uso al mismo tiempo necesitaríamos más personal. También necesitamos gente que busque patrocinadores. Lo que tenemos ahora no es suficiente.

Hace unos días, sin embargo, los sindicatos denunciaban que frente a la austeridad administrativa se había incrementado la partida de sueldos en 120.000 euros.

Pero no es así. El convenio se negoció con todas las partes. Hasta ahora, el sueldo más bajo estaba en 14.000 euros y lo hemos subido a 15.000. Los 120.000 euros es una reclasificación de cincuenta trabajadores. Si se hace un cálculo, la suma del ajuste es mínimo y afecta al grupo de los peor pagados.

La temporada ha terminado también con alguna queja de la orquesta.

Pero también su reglamento está firmado. Se ha negociado durante meses. Se aprobó a mitad de junio. Ha necesitado de un tiempo para que también lo conocieran los dos directores musicales. No se puede firmar un reglamento sin ser todos absolutamente conscientes de que es un documento importante, y eso no se consigue en veinticuatro horas.

¿Las cuentas están saneadas?

El Palau depende de la Conselleria de Cultura y el dinero viene de Hacienda. Las dos disponen de toda la información necesaria. Las cuentas se auditan y son transparentes. Evidentemente, para todos nosotros es preocupante el coste del mantenimiento del edificio. Por eso estamos intentado ahorrar en todas las parcelas. Pero llega un momento en que no se puede recortar más porque el edificio es lo que es.

La orquesta va a tener un nuevo director y, además, muy joven. Algunos temen un antes y un después tras el paso de Maazel. ¿Es un riesgo?

Es un riesgo calculado. Espero que Maazel no se desvincule. Volverá, como vendrá Muti, Chailly o Gergiev. Omer Wellber es el equilibrio entre juventud y alguien que ha demostrado ya su valía. Va a inaugurar el festival que dirige Ozawa en Japón y estará en la Scala, en el Festival de Viena y en Berlín. Este joven talento no es un riesgo. Zubin Mehta ya advirtió de que si no se contrataba ahora a Wellber en tres años será imposible. La misma circunstancia ya nos pasó con Dudamel.

Pero antes apostó por la veteranía de Chailly. ¿Por qué dio él marcha atrás?

Chailly tenía un contrato sin firmar y se produjeron algunos hechos que no le gustaron. Así que, reflexionó y prefirió desmarcarse del acuerdo que teníamos. Pero pasado un año hemos quedado en que vendrá a dirigir.

Algunos críticos echan a faltar un mayor número de directores invitados españoles en el foso.

García Asensio está cada temporada. López Cobos vendrá con Plácido Domingo para un concierto de zarzuela y espero que dirija alguna ópera. Pérez Serra o Pablo González también dirigen. El director musical suele asumir la mayoría de las óperas de la temporada y el director del Festival del Mediterráneo, las del festival.

¿Ya sabe cuánto dinero le van a quitar este año?

Seis millones. Para nosotros es mucho si tenemos en cuenta que nuestro presupuesto es de 25 millones. Además, el personal de la casa cuesta 15 millones.

¿Hasta cuándo tiene contrato?

Hasta 2013. Renové contrato el año pasado. No me he marcado un tope. Renovamos si estamos contentos. Tengo un contrato de cuatro años prorrogable automáticamente. Asumo dos cargos y desde el año 2000 no he tenido aumento de ningún euro en mis honorarios. No ha existido tampoco el incremento del IPC.

¿Y por qué en tiempo de crisis los teatros no se ponen de acuerdo y dejan de duplicar producciones, como ha sucedido este año en España mismo o en teatros con los que existen buenas relaciones artísticas y de colaboración?

Nosotros hemos ofrecido a muchos teatros nuestra Tetralogía, que es una buena producción, como así han destacado todos los críticos. Pero el problema es que cada teatro quiere tener la suya. Siempre he sido defensora de las coproducciones, pero en ópera se trabaja a años vista y es complicado que todos nos pongamos de acuerdo. Nuestra próxima Aida es una coproducción con Londres y Oslo. Nuestra Salomé estaba programada desde hace mucho tiempo y la del Real llegó después. He pedido a los directores de Madrid y Barcelona que nos coordinemos. Yo he quitado de mi programación Tristán e Isolda porque ellos iban a montarla. Soy consciente de que en tiempo de crisis no deberíamos coincidir.

¿Por qué cree que el Ministerio de Cultura niega su colaboración?

Tuve contactos personales con César Antonio Molina y todo parecía ir bien. Es la consellera de Cultura la que mantiene los contactos con la actual ministra. Pero no están actuando como deberían.

La temporada que viene presenta una oferta más abierta en cuanto a títulos y compositores. ¿Hay alguna razón especial?

Lo que hemos intentado es conseguir un equilibrio. Abrimos con Aida, una ópera muy popular y con un gran reparto. Después está la producción de Manon que nos ha dejado la Ópera de Los Ángeles. Hay repertorio ruso con Eugene Onegin; ópera contemporánea con 1984 y bel canto con L´elisir d´amore… Es una oferta completa donde prima la calidad.

Inundación de las instalaciones, reformas sobre reformas, hundimiento de la plataforma, crisis económica... Parece que la suerte no les acompaña.

Sí, no hemos tenido mucha suerte pero para mí lo importante es el resultado y que nos consideren uno de los mejores teatros internacionales.

¿De qué forma cree que la crisis va a cambiar el mundo de la ópera? ¿Habrá un cambio de concepto en los espectáculos, la búsqueda de repertorios con elencos reducidos, menos primerísimos papeles...?

Lo importante es que el resultado el público no lo va notar, pero todo será mucho más prudente. Por ejemplo, nosotros comenzamos con grandes títulos del repertorio, óperas más costosas y nos hemos ido reorientado hacia el bel canto.

Hay países en pie de guerra.

Porque va a producirse una reducción drástica de las subvenciones. En Italia, por ejemplo, eso provocará que se cierren teatros y se concentre su oferta en determinadas ciudades. En Estados Unidos han bajado los patrocinadores. Se necesitará de mayor colaboración entre teatros para reducir costes de producción. Seguramente se programará más ópera de bel canto: Rossini, Bellini, Donizetti… óperas menos costosas equilibrando con los grandes títulos de la lírica.