Resistente en el pasado e idealista de futuro. Agitador político y activista cultural. Suma y sigue.

Vengo de una generación que aprendió mucho pero también con un gran catálogo de derrotas. Resistente porque no me gusta lo que veo, e idealista porque sigo creyendo en el papel y en la lectura.

La gran mayoría de “resistentes” de su generación terminó en el poder.

Sí, y otros son unos perdedores. Por eso me dedico a la novela negra porque es un mundo de perdedores y víctimas. Es un mundo mucho más divertido y rico que el de los poderosos, que son todos iguales y muy aburridos.

¿Hay que salir de Valencia por piernas?

Sí, aunque cuando yo me fui ya había perdido a mi Valencia, ya no existía.

Vivió el momento de cambio editorial en Valencia y el gran desplome del Consorci d’Editors que, además, le enganchó junto a otros muchos idealistas. ¿Detrás había lo que muchos imaginaban?

No lo sé. Aquello terminó por dos factores: Fernando Torres murió y Eliseu Climent, por motivos políticos o culturales, no quiso entrar. Él le hubiera dado otra dimensión. Muchos políticos de aquella época podrían explicarlo. Con el Consorci pasó lo mismo que con Caixa Sagunt, Caixa Provincial, con los cargos provinciales, con el sueño de Manuel Girona, que no se enteró de muchas cosas que pasaban... Eran los tiempos de Filesa y estaba Juan de Dios Leal, que me parece un tipo impresentable.

Pura novela negra

Y clásica, de las primeras de Mamet y Chandler en las que la corrupción del sistema es uno de los elementos claves.

¿Quién era el padrino?

Nunca lo supe. Sé que pasaron muchas cosas. Sé en qué despacho se le puso a alguien la cara blanca cuando le mencionaron Luxemburgo, algo que aún no sé lo que significa.

Aunque sea un tópico, es un caso más en el que la realidad demuestra que la imaginación es más verosímil de lo que creemos.

Mi amigo Andreu Martín dice que ya está bien y que lo que hay que pedir a la realidad es verosimilitud porque deja en mal lugar a los escritores de novela negra. Hay determinadas actitudes que se ponen en una novela y la gente no se lo cree. El papel de periódico aguanta mejor algunas cuestiones que el de novela.

¿Le sorprende todavía la realidad o cree haberlo visto todo después de lo que ha leído y aconseja a sus lectores?

Es que pones en un papel de novela que hay un presidente autonómico que le da dinero a una empresa para que pague a un periodista que redacte y elogie después sus discursos y dices que esa trama no hay quién la sostenga. Esta realidad nos sorprende.

La política es hoy autentica novela de ficción: financiación ilegal, amenazas, corruptos, intrigas, juicios, abogados, escuchas telefónicas... ¡menudo argumento! ¿Por que nadie se atreva a novelarlo?

Sí lo cuentan, pero hay precaución, aunque La novela permita decir en ficción lo que es la realidad cambiando los nombres.

Los narradores mexicanos dan ese paso continuamente. Aquí debe haber un problema de autocensura.

Eso habría que preguntárselo a los autores, pero es posible que a los lectores españoles les guste más conocer la corrupción en Grecia o Italia, lo que nos cuenta Donna Leon, que lo que nos podrían contar de aquí.

La Comunitat Valenciana daría mucho de sí, casi un serial, entre crímenes, especulaciones y traiciones

Por su puesto. Por ejemplo, hay un caso de un alcalde asesinado por una trama urbanística por Alicante que es de gran novela. Ferran Torrent hizo ese trabajo en Sombras en las noche, pero aún hay cosas muy graves por contar. Es como novelar el caso del Liceu, con Montull y Millet, o los escándalos que se han dado en Catalunya. Existe una responsabilidad colectiva. Los periodistas y novelistas que hicieron la Transición, como Juan Madrid, Andreu Martín Jorge Martínez Reverte, Martínez Laínez, Vázquez Montalbán... se atrevieron y contaron en su momento la realidad. Ese compromiso se ha perdido.

Los periódicos, en cierto sentido, se han convertido en grandes novelas «dickensianas» que lo cuentan todo, aunque por entregas.

Sí. Aunque la dimensión de la noticia es inmediata y la gente no siempre tenga memoria. Nadie se acuerda del asesinato del que antes hablábamos El novelista puede dar otra dimensión. Sin Cobertura de Martínez Pozuelo o La soledad de Patricia de Carlos Quilez, la historia de los mercenarios franceses y los servicios secretos españoles, son casos reales que ellos novelan y donde no llegan ponen imaginación.

¿Qué tiene la novela negra para que no envejezca?

Que conecta con el lector. Van a cumplirse 125 años de Sherlock Homes y su lectura se aguanta. Clásicos como Chandler o Mamet abordan temas universales. Puede que sea cierto aquello de que todos los temas de la novela negra están en Shakespeare, puede valer, porque hablamos de poder, corrupción, dinero, venganza, sexo.... Sin embargo, la forma de contarlo cambia. La necesidad de que nos cuenten algo más de la parte de atrás es lo que la mantiene el atractivo.

¿Existe un perfil de lector?

En primer lugar, el lector de novela negra es un gran lector. Si todos los lectores españoles fuesen como los de novela negra no habría crisis. Es también alguien al que no le dan gato por liebre y si algo no le engancha lo deja rápidamente.

¿Fondo o forma?

Lo importante es qué se cuenta y cómo se cuenta. El lector sabe que detrás siempre habrá determinados temas universales. Un catedrático de literatura dirá si está o no bien escrita, pero un buen lector apostará siempre por la eficacia.

¿Se escriben hoy buenas historias o falta imaginación?

Hay de todo.

Los suecos mandan en el mercado. ¿Es justo?

Ellos, ante todo, tienen un nivel medio y antes de que existieran muchos y buenos escritores existieron muchos y buenos lectores y editores.

Ahondado en el boom sueco. ¿Un éxito puede generar la creación de una nueva generación de autores o es sólo un fenómeno pasajero?

Sí, puede suceder. No olvide que antes de Larsson estaba Mankell.

Vázquez Montalbán no logró una generación que le imitara.

Nosotros somos una industria editorial de fotocopia y cuando toca vampiros... Este es un problema del sector editorial, pero existe otro que es el agotamiento. Además, hay dos tipos de novela europea: la de la Europa de la calle y la de las buenas casas individuales; la del norte y la del sur.

¿Qué busca un autor de novela negra, vivir entre crímenes e investigaciones?

Contar historias y matar en papel para no hacerlo en la realidad.

¿Crear un personaje tiene como objetivo ocultar la personalidad de su autor?

O sus demonios. Carvalho era Vázquez Montalbán.

¿Las nuevas generaciones llegan “matando” con ganas?

La gente joven llega muy influencia por las series de televisión y el cine norteamericano, con novelas cortas y perfiles de personajes muy diferentes. En sus historias, el positivo suele ser el malo. Dexter sería el caso más claro: un asesino en serie que hasta te cae bien gracias a la televisión. Pero todavía una de las cosas mas duras para un buen novelista de novela negra es que los personajes hay que hacerlos creíbles.

¿Y usted de quién se fía?

Yo soy de Vázquez Montalbán. Por querer terminar La soledad del mánager llegué tarde a una reunión de partido y eso me costó una bronca. Pero valió la pena.