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Exposición

Al rescate de Antonio Fillol

Una muestra recupera la figura del pintor valenciano y exhibe su pintura social y de denuncia de comienzos de siglo - La gran mayoría de las obras han permanecido inéditas para el gran público

Imagen de la muestra y al fondo el cuadro «El sátiro» censurado en 1906 y más de un siglo desaparecido Sergio Viñuela

Su tarjeta personal rezaba «pintor inmoral, según real decreto». Era una ironía, pero también su forma de protestar. Así era Antonio Fillol, un artista incómodo por abordar en su obra secuencias que otros no se atrevían a tratar. Pintor social, sí, pero también un artista interminable, como se demuestra en la exposición Naturalismo radical y modernismo, inaugurada ayer en la Sala Municipal de Exposiciones y que plantea la recuperación de este artista valenciano eclipsado antes y ahora, como otros muchos creadores de la época, por la fascinación burguesa por el pincel de Sorolla.

Todo vino a cuento por la polémica que se desató en 1906 durante la Exposición Nacional a la que ya se había presentado en1897 con otra pintura incómoda, La bestia humana, en la que mostraba a una madre ofreciendo a su hija a un cliente. En esta ocasión Fillol presentaba El sátiro, un cuadro de grandes dimensiones que exhibe una niña en una rueda de reconocimiento tras haber sufrido abusos. La pieza fue censurada junto a otra de Romero de Torres. Este hecho generó un gran escándalo nacional. Después se guardó. Más de un siglo estuvo perdida hasta que hace un año sus herederos la descubrieron oculta.

Hoy ambas piezas „El sátiro, aún en proceso de restauración„junto a otras casi ochenta pinturas y otros objetos personales se exhiben reunidas en un intento de resituar a Fillol, un pintor comprometido con su momento y cuya ambición fue retratar la psicología humana.

La casi totalidad de los cuadros reunidos ahora por el comisario de la muestra, Javier Pérez Rojas, permanecían inéditos al gran público. «No fue un pintor marginal sino reconocido», aseguraba ayer Pérez Rojas sobre este autor, como otros, aún pendiente de una revisión científica y una absoluta recuperación. De hecho, una visión conjunta de su trabajo no se había producido en Valencia desde 1960.

Amigo de Blasco Ibáñez, con quien compartía su actitud ante la vida y la sociedad del momento, Fillol retrató la muerte, las desigualdades, los abusos, pero también fue un magnífico retratista y paisajista, así como un buen naturalista y un pintor costumbrista de nuestra realidad más cercana.

Para Pérez Rojas, la modernidad de Fillol está en ese carácter provocativo que establece un vivo contraste con el naturalismo «edulcorado y sentimental que prácticamente desarrollan la mayoría de los artistas de ese periodo», algo, además, muy del gusto de la sociedad de comienzos de siglo. La muestra permite acercarse a un pintor que sin huir de la complacencia burguesa entendió también el arte como vehículo de combate y comunicación.

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