El kit del buen gamer pasa por «agenciarse» una pantalla de buena resolución, una silla cómoda, una bebida energética y una tienda de campaña. «Riéte de los fibers. Aquí se aguanta más», bromea uno de los asistentes al DreamHack València, la octava edición del certamen que espera reunir en cuatro días a más de 30.000 personas entre los muros de Feria València. El año pasado llegó a alcanzar los 32.000 asistentes. «La gente viene a pasárselo bien. Al contrario de lo que piensan algunas personas, el mundo de los videojuegos es muy sociable», defiende Arturo Castelló, director de este evento, que se celebró por primera vez en Suecia en 1994.

El DreamHack abrió sus puertas ayer a centenares de personas que vinieron provistas de sus propios aparatos electrónicos. «El año pasado vinimos como visitantes, pero ahora venimos a jugar», aseguran Joel y Álvaro, dos jóvenes de Ontinyent que se aficionaron a los videojuegos a una temprana edad. «Empecé jugando con mi padre a la consola y después me pasé al ordenador, que es más adulto», explica uno de los jóvenes que va a pasar estos días jugando al videojuego Osu!.

Los dos van a estar hasta el domingo instalados en la Zona Lan, donde tiene lugar la «Lan Party», es decir, la actividad en la que más de 3.000 personas juegan a videojuegos y comparten 20 gigas de Internet.

Los aficionados eligen la mesa donde quieren vivir los próximos días de manera telemática después de comprar su entrada. Pueden pasarse más de 8 horas seguidas jugando delante de la pantalla, eso sí, gracias a la inestimable ayuda de las bebidas energéticas. Cuando la retina está saturada, se trasladan a una sala de descanso, donde pueden acampar. Allí, los gamers duermen custodiados por tres trabajadores del festival. «Hay pocas tiendas para la cantidad de personas que acuden al festival», comenta uno de los asistentes. «Son pocas porque la mayoría de jugadores prefieren dormir en las mesas, delante de sus ordenadores», explica uno de los trabajadores.

Lo más llamativo del DreamHack es su Zona eSports (deportes electrónicos), donde se celebran torneos profesionales de videojuegos como StarCraft II, Counter-Strike o Hearthstone. La popularidad de estos videojuegos se ha tornado, con los años, en profesional. «Es el deporte del siglo XXI», defiende el director del certamen. Cuentan ya con competiciones oficiales y cuantiosos patrocinadores. De hecho, los eSports facturaron 390 millones de euros el pasado año y son una opción laboral para muchos jóvenes de la era Pokémon. «Compiten al máximo rendimiento. Tienen una dieta especial y ´entrenan´ gran parte del día», asegura un aficionado. El Valencia CF fue el primer equipo de primera división de fútbol español en lanzar una división de deportes electrónicos.

Ayer, tuvo lugar la presentación de la Asociación Valenciana de Empresas y Profesionales de los eSports (AVEpe), que pretende visibilizar la industria de los deportes electrónicos en la ciudad. «València es la localidad española más conocida en el mundo de los eSports y tenemos que aprovecharlo», señala el director de la DreamHack València y presidente del nuevo colectivo.

Estigma de vagos y antisociales

«Jugar a videojuegos no es menos culto que ir al cine, y la sociedad está empezando a entenderlo», asegura Castelló, que además detalla que ha de «disfrutarse», eso sí, en su «justa medida». «Hay que ser prudentes con el tiempo que dedicamos a la pantalla. Pero insisto, no es más adictivo que el cine o las series», opina el director del certamen, que es consciente de los estigmas y prejuicios hacia los gamer, imaginado como un colectivo principalmente masculino, poco agraciado y con sobrepeso, derivado de su sedentarismo.

«Éramos los friquis», bromea. A esta lista de «cualidades» se añadió recientemente otra, la de machista. Y es que hace unos días, una periodista especializada en videojuegos, Marina Amores, se vio obligada a cancelar el primer evento dirigido a mujeres aficionadas al videojuego en Barcelona, Gaming Ladies, a causa de las amenazas. Este formato de festival, muy común en países como Estados Unidos o Alemania, se organizaba para dar visibilidad al colectivo femenino de gamers. Sin embargo, el evento recibió numerosas críticas en la red por «marginar» a los hombres y no tardó en organizarse un boicot en contra del festival.

«Fue muy triste. El machismo en el mundo del videojuego está, al igual que en la sociedad. Personalmente, prefiero los eventos mixtos, ya que abogo por la inclusión», explica Castelló. Dos de sus tres hijas son gamers, y asegura que «han recibido más «críticas» por el hecho de que les gusten los videojuegos, que desde el propio colectivo de aficionados». «Este es un ambiente sano, en el que todo el mundo es bien recibido», añade.

Aunque algunas gamers sí que admiten la discriminación desde el propio colectivo. Como Cristina, una joven aficionada de 15 años de València. «Si no eres muy buena en esto, los chicos en seguida te miran por encima del hombro, como ocurre en otros sectores tradicionalmente masculinos, como el fútbol. Por desgracia, las mujeres lo tenemos mal en todos los sectores», sentencia.