Los toreros viven con al aleteo constante la muerte cada día que se enfundan el vestido de luces y son capaces de entregar la vida a cambio de un sentimiento. Las cornadas, que convierten en verdad la magia del toreo, han dejado una sucesión de fuertes cogidas este año. El percance más terrible de 2017 acabó con la vida del torero Iván Fandiño en la plaza francesa Aire Sur l'Adour el 17 de junio cuando el diestro vasco se dispuso a realizar un quite a «Provechito» de Baltasar Ibán, un toro que le había correspondido en suerte a Juan del Álamo. Los pies del torero se enredaron en su capote y cayó al suelo donde sufrió una cornada irremediable que le perforó un pulmón. No hacía ni un año de la tragedia de Víctor Barrio en Teruel donde «Lorenzo», de Los Maños, le propinó una mortal cornada en el pecho cuando el diestro iniciaba el toreo al natural. El corto periodo de tiempo entre sendos desenlaces hizo que sobrevolaran los recuerdos de Francisco Rivera, «Paquirri», y José Cubero, «El Yiyo». El mundo del toro volvió a vestirse de luto para honrar a sus hombres caídos convertidos en héroes porque la muerte, en el toreo, espera en la esquina cada tarde.