Hay derrotas que duelen menos. Ese tópico habitualmente es una media verdad, cuando no un clamoroso eufemismo, pero sí se ajusta con realismo al partido del Valencia anoche en el Vélodrome ante el Olympique de Marsella. El 1-0 apenas molesta por la nula trascendencia del resultado, un ensayo de pretemporada, y sobre todo por la imagen ofrecida. El equipo continúa asimilando los conceptos del 4-3-3 que Unai Emery quiere fortalecer como una alternativa táctica solvente y en la primera mitad rayó a gran nivel, con un Pablo en plan estelar. En un partido abierto, con muchas alternativas, el Olympique acabó adueñándose del juego en la segunda mitad, empujado por su mayor frescura física.

Emery insiste con el 4-3-3. Cree fervorosamente en él. El nuevo sistema empieza a funcionar. Se nota sobre todo en ataque. Es una manera de juntar a Tino Costa y Banega, que con el 4-4-2 deberían pugnar por una misma posición. Los extremos adelantan metros y pisan más área. Y Pablo sigue en estado de gracia, agigantado en cualquiera de las dos bandas. Anoche se dejó caer más por la banda izquierda, apurando la línea de fondo y recortando hacia dentro buscando la pierna derecha, al estilo Robben. El extremo castellonense, al que Mathieu siempre le ofrecía una posibilidad para desdoblar, fue una pesadilla continua para el lateral ex osasunista Azpilicueta. Pablo fabricó la mejor ocasión de gol valencianista en la primera mitad. Se zafó en un recorte de dos adversarios y lanzó un disparo seco que repelió con apuros Mandanda. La pelota se quedó mansa y quieta en los pies de Feghouli. A puerta vacía, el joven interior francés envió la pelota a la cruceta, al lugar más difícil. Aduriz, voluntarioso pero espeso, no conectó ningún remate serio.

Además, el Valencia también ocasionó peligro en acciones de estrategia, más ensayadas y que ya empiezan a obtener su recompensa en el césped. Didier Deschamps, técnico de los marselleses, es un amante del orden y no veía nada claro el partido. Falta una semana para que arranque la liga gala, en la que defiende el título de campeón, y no acaba de carburar. Deschamps salió del banquillo y pidió más intensidad a sus jugadores. El 4-3-3, sin embargo, se resentía en defensa. Cierto es que la zaga con la que saltó el Valencia era casi experimental —sólo Mathieu apunta a la teórica titularidad—, pero Brandao y Niang ganaron varias veces la espalda a los centrales después de algunas malas entregas en la medular. César, siempre fiable, y una aparición crucial en el corte de Maduro, evitaron el gol francés en el primer acto.

Aprieta el Olympique

En la segunda mitad el Olympique, más enérgico, remozado con la entrada de Lucho González, líder del equipo, y el habilidoso Valbuena, apretó al Valencia, que se replegó con sobriedad y, aunque las fuerzas flaqueaban, no renunció al ataque. Como cuando Tino Costa buscó un pase al hueco a Aduriz, quien estuvo lento en la definición y se dejó robar el remate por M´Bia. El camerunés, centrocampista reconvertido a central, estuvo de nuevo decisivo para interceptar un gran pase de Pablo hacia Feghouli.

El final del encuentro deparó entretenimiento en las dos áreas. Tino Costa, Joaquín y Soldado trazaron buenas intenciones. Pero quien más atacó fue l´OM. César aplazó, por dos ocasiones, la llegada del gol local. Primero aguantó, al estilo los buenos arqueros argentinos, un remate de Valbuena. Después desvió un disparo a quemarropa de Brandao. Sin embargo, un minuto después de que Emery realizara cuatro cambios, el meta poco pudo hacer cuando Valbuena centró al área, peinó atrás Brandao y Ben Arfa, a quien le ha pesado la prematura etiqueta de sustituto de Zidane, aprovechó el desajuste defensivo para fusilar a placer. El Valencia lo intentó en los últimos minutos y plantó cara. No hubo ningún gol, pero quedan las sensaciones agradables que se deben confirmar ante el Aston Villa y el Manchester City.