En estos tiempos confusos, en los que las jerarquías no están nada claras -ahí tenemos al mismísimo Barack Obama, el monarca del Imperio, rehén de las contradicciones de su propio sistema- se agradece que alguien sea capaz de dejar claro el escalafón. Lo ha hecho el Valencia CF, dando un golpe de autoridad este domingo que le permite mantener su hegemonía, no sólo histórica, sino factual, por encima del Villarreal CF.

De aquí a que acabe la feria de las vanidades futbolísticas, pueden darse todavía muchas piruetas. Ahí está el Barça, al que los expertos menos sectarios no dudan en calificar como el mejor equipo de la Historia. Pero sigue jugándose en una semana su prestigio ante el Madrid. Su extraordinario currículo de los últimos años, será puesto en cuestión si ahora dobla el espinazo en cualquiera de los enfrentamientos que se avecinan entre ambos.

Es la ley del fútbol, que se alimenta del último resultado porque es el que marca las sensaciones. Por eso mismo, aunque al final del curso, el Submarino de La Plana supere en la clasificación al Valencia, el contundente 5-0 del domingo en Mestalla, será determinante por un tiempo: ese que resta para que, un nuevo enfrentamiento, cambie o mantega la dinámica entre los incuestionables méritos del aspirante, y los sólidos fundamentos del, todavía, superior. El rictus de Fernando Roig, cuando abandonaba el palco de Mestalla, no dejaba lugar a dudas. Más que ganar el mejor, que también, había perdido el más débil. De momento, así queda certificada la competencia entre ambos equipos.

Hasta la próxima, muchachos.