Por fin. Dieciséis años después de que el club Ros Casares adquiriera los derechos del Godella, el club valenciano ya es campeón de Europa. Un largo y exigente camino, edulcorado con múltiples títulos nacionales, pero torpedeado por repetidas desilusiones en el panorama europeo. En su tercera presencia en una final absoluta– las anteriores fueron en 2007 y 2011– no fallaron a costa de un Rivas madrileño que dio la cara hasta que se le acabó la energía en el cuarto final. No fue el mejor encuentro del Ros, pero sí el que mayor premio ha recibido con el trofeo que hoy –19 horas en el aeropuerto de Manises– llega a Valencia. Lyttle y Moore, tras el descanso, dirigidas por Domínguez, llevaron a la capitana Palau a la foto más deseada. Tras el Mar Valencia en 1997 (balonmano femenino) es el segundo club de la ciudad que logra el máximo título.

Roberto Iñiguez –en su primera final de una Copa de Europa que inició esta temporada la checa Natalia Hejkovà–, no quiso dejar espacio a la sorpresa. Con Domínguez al mando, Jackson y Moore en el exterior, y la pareja Lyttle y Wauters en la pintura, el Ros se lanzó con toda su artillería camino de su sueño.

La consigna era sorprender al novato Rivas Ecópolis, ahogar a su estrella Jones y neutralizar la dirección de la excapitana del Ros, Elisa Aguilar. Y todo se perfilaba según el guión gracias a la puntería de la internacional Domínguez y a la eficacia de Wauters, que iba agrandando su estilizada figura en la zona y ensanchando el marcador hasta el 10-16. Pero fue suplir Laia Palau a su compañera base y el juego se fue diluyendo, mientras que el Ros iba afinando sus muñecas. Como las fracturadas y soldadas de otra exRos, Amaya Valdemoro, que sigue lejos de su mejor forma, pero siempre peligrosa por su calidad.

Y el Rivas cogió aire, se lo fue creyendo, se olvidó de sus tres derrotas anteriores ante las valencianas y comenzó su remontada ante la inexplicable reacción de nas jugadoras como las del Ros a las que se les presume experiencia y fuerza mental para superar la presión de encuentros de la enjundia de ayer. Parecía que la dolorosa lección de la Copa de la Reina, donde cayeron ante un motivado Perfumerías Avenida, quedaba aprendida, pero no lo demostraron en la primera parte. La ansiedad, los nervios, la escasa movilidad y el escaso acierto anotados –sobre todo desde la línea de tres puntos– mermaron el juego de un Ros que vio como el Rivas le empató en varias ocasiones y le acabó superando hasta llegar al descanso con 4 puntos –con dos canastas seguidas de Aguilar– de desventaja. Las faltas sobre Palau, Jackson y Yacoubou contribuyeron también a lastrar y cortar un ritmo que nunca fue fluido.

La cara del partido se volcó al regreso de los vestuarios. Y más que por el juego de equipo –que creció defensivamente, por la extraordinaria aportación de la recientemente nacionalizada española Sancho-Lyttle –originaria de la isla antillana de San Vicente y las Granadinas– que fue capaz de anotar 12 puntos en los primeros ocho minutos del primer cuarto y revertir el guión del choque. Del 48 a 43 tras el único triple del partido de Aguilar, se pasó a un 48-51 con el que se cerró el tercer acto.

La incógnita era averiguar lo que iba a aguantar física y mental mente el Rivas –que sólo contó seis minutos con la valenciana y ya subcampeona de Europa Vega Gimeno– después de verse superadas en la final. La respuesta fue casi inmediata. Las pupilas de Iñiguez despertaron espoleadas por el cambio de escenario. Y también se espabiló la estadounidense Maya Moore. La que dicen que será la mejora jugadora del mundo cargó su muñeca y destrozó la defensa del conjunto madrileño con tres canastas consecutivas, después de que Valdemoro anotara la última canasta del equipo (52-53). A partir de ahí, un parcial de 0-12 que vale toda una Euroliga. La primera.