A este paso, Juan Carlos Ferrero va a tener más despedidas que la fallera mayor de Valencia. Porque si bien ayer se hizo el acto público, pensando que en el partido de dobles perdería a la primera de cambio, Ferrero todavía apurará su presencia en el cuadro profesional, porque ni él ni David Ferrer salieron a tirar el partido y acabaron derrotando a CarlosBerlocq y Alexandr Dolgopolov, con lo que avanzan a segunda ronda. Con la emoción añadida de un «super tie break» (desempate a diez puntos tras ganar cada pareja un set) que tenían casi perdido.

No es de extrañar que Ferrero se asombrara de «la cantidad de gente que ha venido a ver un partido de dobles». Pero el público, los de pago y los invitados, acudieron en masa a presenciar lo que debería ser el último partido y al reclamo de lo que fue, valga el simil, un homenaje al más puro estilo fallero: discursos, vídeos con música lacrimógena y palabras en las que la emoción se palpa.

La gran sintonía con Ferrer

Quizá lo más positivo, reflejo además de lo sucedido en todos estos años, es la buena sintonía con David Ferrer. Los dos mejores tenistas valencianos de la historia han coincidido en el espacio y en el tiempo y, sin embargo, nunca ha existido una rivalidad sucia.

Ferrer ha asumido un papel secundario que no todos comparten „uno tiene mayor regularidad en la élite y el otro acumula grandes momentos„ ni todos asumirían con tanta naturalidad. La amistad se ha impuesto, a lo largo de estos años, al posible intercambio de puñaladas, que en el tenis y en otros deportes se suele dar con estas convergencias. En su lugar, palabras de «Ferru» interrumpidas por la emoción. «Si estoy aquí es gracias a ti. Ha sido un honor compartir contigo estos años»

«Déjame disfrutar ser capitán»

Para la despedida acudieron amigos de pista, de inquietudes y de alguna que otra juerga. Toda la élite del tenis español (los presentes en el torneo más Rafa Nadal), las chicas de casa (Anabel Medina y Tita Torró), algunos de los participantes extranjeros, con su amigo Hewitt a la cabeza y algún invitado especial como el golfista Sergio García y el expiloto Sete Gibernau. También el capitán de la Copa Davis, Alex Corretja, el jefazo de la ATP, Brad Drewett y el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra.

En estos actos es donde se demuestra que esta gente juega mejor que habla. Pero entre lo más inspirado hay que destacar a Alex Corretja: «Serás un gran capitán de la Copa Davis, pero... ¡déjame disfrutar un poco todavía!».

Cuando Juan Carlos Ferrero abanderó la primera Copa Davis de España, en el año 2000, Rafa Nadal era un prometedor mocoso al que le concedieron el privilegio de ser el abanderado en la ceremonia inaugural. Doce años después, con su leyenda ya escrita, sus éxitos por protagonizar si las rodillas se lo permiten y su merecida aureola, el manacorí acertó a decir que «no es un motivo de alegría estar aquí porque es para decirle adiós a alguien de quien puedo decir que ha sido un honor compartir una parte de mi carrera». Siete victorias a favor del manacorí y dos para el de Ontinyent al final del camino.

También la ATP se estiró y grabó unos mensajes de los otros tres grandes. El de Djokovic, más rutinario y los de Andy Murray y Roger Federer, más inspirados. Sobre todo este último, quien no dudó en recordar la cantidad de años que han estado juntos en el circuito.

Sergio García le recordó que si quiere seguir mejorando en el golf, «ya sabes dónde estoy» y Anabel Medina no olvidó «ese revesito tan tuyo». Pero, como suele pasar en estos casos, las emociones afloraron con más sentimiento con la cercanía. Cuando habló Antonio Martínez Cascales: «la mayor suerte de mi vida ha sido estar contigo».

Hubo aplausos especiales en los escasos segundos que apareció en una foto del audivosual su madre, mientras que el progenitor desveló que esperaba su llegada después de un par de chicas.

Finalmente, Ferrero se marchó subiendo las gradas mientras se le hacía un pasillo de honor. Sergio García lo hizo junto a Alberto Fabra, aunque este año se haya quedado sin torneo de golf. Y la fiesta acabó como era previsible: con la chiquillería pidiendo a gritos a Nadal que les firmara. Por la noche, el homenajeado invitó a cenar a sus amigos y luego hubo fiesta hasta bien entrada la noche.