La cuenta atrás para la subasta del Banco de Valencia, intervenido el 21 de noviembre de 2011, ya ha comenzado y en torno a mayo tendrá un nuevo propietario tras estar dieciocho años bajo el control de Bancaja y, desde junio de 2010, de BFA/Bankia. Los accionistas de la entidad temen que las pérdidas de 900 millones en 2011 y el déficit de recursos propios de 585 aboquen a una operación acordeón por la que el valor del banco se reduzca a cero. Perderían toda su inversión. Los empresarios y los políticos, que han visto cómo en dos años desaparecían las emtidades financieras valencianas, luchan por mantener la apariencia de que algo quedará si el nuevo dueño mantiene la marca y el vínculo con esta tierra. Esta confluencia de intereses ha llevado a que esta parte de la sociedad valenciana haya dado un vuelco a su actitud y, en apenas unas pocas semanas, haya pasado de la indiferencia más absoluta por el destino final de CAM,Bancaja y Banco de Valencia a movilizarse para salvar los rescoldos de esta última entidad. No se la oyó hace casi dos años cuando Bancaja se unió a Caja Madrid en el BFA y certificó el principio del fin de su trayectoria. Paralelamente, el presidente de Bancaja, José Luis Olivas, señalado por todos como el principal responsable de la pérdida de las entidades con sede en Valencia, ha recibido aire fresco desde Madrid con el acuerdo del BFA de hacer una auditoría de Bancaja —para revalorar el Banco de Valencia— que pretende recortar peso a la entidad. La impugnación de ese acuerdo por el consejo de Bancaja —apoyado en BFA por los consejeros valencianos— ha revitalizado a Olivas al enfrentarlo, como defensor (ahora) de los intereses valencianos, al presidente de Bankia, Rodrigo Rato.

El dinero mueve montañas. En una sociedad civil poco estructurada como la valenciana, ahí radica buena parte de la explicación de los movimientos en pro del Banco de Valencia que han brotado en las últimas semanas.

9 de marzo de 2011: Justo es reconocer que Apabankval, la asociación de pequeños accionistas del Banco de Valencia, fue la primera en movilizarse. Se registró en marzo, ocho meses antes de la intervención. Su gran impulsor, Juan Broseta, venía siendo en las últimas juntas de la entidad el gran azote de la gestión que dirigían Olivas y el consejero delegado, Domingo Parra.

8 de febrero de 2012: Los empresarios, muy molestos por la actuación de Bankia, hacen el vacío a Rato en el acto de entrega de un premio de los ateneos mercantiles de España. En su discurso, la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, única en significarse en esta batalla, reitera ante el presidente de Bankia su petición de que el banco mantenga su identidad tras ser subastado. Rato no se anda con rodeos y replica a la regidora con las palabras que ella misma empleó para quitarle a Francisco Camps de la cabeza todo sueño de retorno : «El agua de los ríos nunca vuelve atrás, pero puede regar otros campos». El presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, cerró el acto sin mencionar el asunto.

9 de febrero de 2012: Tras prolongados contactos, se presenta la asociación Pro Banco de Valencia, integrada por accionistas de la entidad que intentan no perder sus inversiones. Se va a convertir en la gran catalizadora de todos los pronunciamientos. Es la burguesía valenciana de toda la vida y agrupa ya a un 15 % del capital. Su objetivo es que el nuevo dueño mantenga en el capital a los 50.000 accionistas de la entidad como base para su vinculación con la sociedad valenciana. Un día más tarde, la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE), los grandes patronos, apoyan las reivindicaciones de la plataforma presidida por Vicente Simó.

15 de febrero de 2012: La asociación se reúne con la patronal de Valencia, la CEV, en cuyo comité hay algunos accionistas del banco. Al día siguiente, la organización hace público un duro comunicado en el que arremete contra Bankia y la acusa de dejar caer a la entidad.

23 de febrero de 2012: Todos los grupos de las Corts Valencianes respaldan una proposición no de ley de apoyo al banco en la que instan al Consell a garantizar su continuidad. El pleno del Ayuntamiento de Valencia hace lo propio el día 24.

Tanta declaración pública contrasta con la afasia que padeció la sociedad valenciana después de que, en junio de 2010, Bancaja—y el Banco de Valencia— se uniera a Caja Madrid en BFA/Bankia.

15 de septiembre de 2010: Por una mayoría a la búlgara del 98,3 % la asamblea de Bancaja aprobó la operación con Caja Madrid. José Luis Olivas se batió el cobre en las semanas previas para lograr la casi unanimidad. Apoyado por el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, y, en consecuencia, por el PP, el máximo responsable de Bancaja logró vender las bondades de la operación a los empresarios, a los socialistas (convenció a Jorge Alarte, secretario general del PSPV) y hasta a los sindicatos. Fue un momento clave. Personas que se movieron entonces para evitar aquel acuerdo recuerdan que los socialistas tenían votos suficientes para vetarlo y apuntan que no se trataba de romper la fusión, sino de dar un mandato para renegociar un acuerdo menos personalista.

7 de noviembre de 2011: El Banco de Valencia precisaba una ampliación de capital para sanearse, como admitió ese día ante la CNMV. Antes, Rato había aceptado concurrir en función del 27,5 % que tenía Bankia, pero exigió que también se comprometieran los accionistas minoritarios. Olivas solo consiguió acuerdos por valor de entre uno y dos millones de euros. Los valencianos dieron la espalda a la ampliación y el banco se acercó más a su ruina.

9 de enero de 2012: Tras la dimisión de Olivas como vicepresidente ejecutivo de Bankia por la intervención del Banco de Valencia, Fabra y Barberá sólo plantearon a Rato una condición, además de apoyar la propuesta de AVE de que su expresidente, Francisco Pons, fuera el sucesor de Olivas: que solventara los problemas del club de fútbol Valencia. Nadie se acordó del banco.