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El ocaso político del exvicepresidente

Fulgor y caída de Rodrigo Rato

El caso de las tarjetas opacas de Caja Madrid supone la defunción política del exvicepresidente económico del Gobierno y expresidente de Bankia

Fulgor y caída de Rodrigo Rato

Rodrigo Rato Figaredo, imputado por la gestión de Caja Madrid y Bankia entre 2010 y 2012 y ahora en el escándalo por el supuesto uso de tarjetas de crédito opacas al Fisco, llegó a la jefatura del cuarto mayor grupo financiero español sin experiencia en la gestión bancaria. Esta carencia de conocimientos directos como ejecutivo o consejero de bancos (por más que durante 2007-2010 hubiese sido asesor de Lazard, Santander y La Caixa) no supone ausencia de antecedentes. En realidad, Rato está cargado de ellos.Sus dos apellidos paternos (Rato y Rodríguez San Pedro) y los dos maternos (Figaredo ySela) están unidos al devenir de la historia bancaria asturiana y española desde el siglo XIX. Las cuatro dinastías que confluyen en este madrileño de ascendencia gijonesa nacido en Madrid en 1949 han transitado en la última centuria y media por los consejos de administración de una decena de instituciones de crédito.

Que Rato, ex ministro de Economía y ex vicepresidente de los dos gobiernos de José María Aznar, quisiera emular a sus ancestros a su vuelta a España tras su precipitada dimisión como director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) no debería haber sorprendido por lo tanto a los conocedores de las cuitas familiares si no fuese porque fue la actividad bancaria la que más disgustos causó a estas estirpes asturianas de los negocios.

El encarcelamiento y condena en 1966 del padre, el hermano y un tío de Rodrigo Rato por la gestión del Banco de Siero (en realidad, por el manejo de capitales en Suiza por una sociedad bancaria homónima con sede en el país helvético) y el procesamiento de un primo carnal por la crisis de Banesto en diciembre de 1993 fueron dos acontecimientos traumáticos para la familia, y el primero de ambos de modo muy doloroso para Rodrigo Rato.

Cuando se produjo la entrada en la cárcel de su padre y de su hermano mayor, Rodrigo Rato tenía 17 años y estaba comenzando sus estudios de Derecho. Aquel acontecimiento cambió la vida de los Rato. Supuso un quebranto económico y un estigma para la familia ante la sociedad elitista del madrileño barrio de Salamanca, en el que vivían, y el mundo de relaciones burguesas de Somió y del Club de Regatas durante sus veraneos gijoneses. Y además obligó al patriarca a modificar sus planes de futuro. El padre de Rodrigo, Ramón Rato Rodríguez San Pedro, tenía una acusada vocación política. Era nieto de un ex ministro de Antonio Maura, su hermano y otros parientes se habían implicado en la política dinástica de la Restauración como acrisolados monárquicos alfonsinos, y él mismo, juanista, de derechas y antifranquista, concurrió a unas elecciones municipales en los 50.

Tras la muerte de Franco, Ramón Rato intentó ser muñidor de alianzas políticas dirigidas a patrocinar a Manuel Fraga como gran líder del conservadurismo español y a postularse él mismo como hombre de partido. Su pasado carcelario y el de su primogénito los descartó para la vida política, y ese descarte le llevó a reordenar el proyecto sucesorio: decidió que el hijo mayor se dedicara a la dirección de los negocios y el pequeño, a la vida pública.

Tras concluir sus estudios en Derecho, Rodrigo cursó un máster de dirección de empresas en Berkeley (EE UU). Su máxima aspiración en la vida era dedicarse a la interpretación teatral y a la dirección cinematográfica. Pero aquellos anhelos se los cercenaron sus padres cuando regresó a España, en 1974. Su madre le exigió que eliminase la melena y la barba con la que retornó a casa tras su paso por los campus contestatarios californianos y el padre le trazó el destino. Decidió que se ganase la vida en las empresas de la familia (caso del consejo de Agua de Fuensanta) mientras lo introducía en los movimientos políticos que iban a confluir en el nacimiento de Alianza Popular (actual PP). El viejo Rato decidió que el menor de sus hijos debía ser ministro de España.

Viaje en descapotable

En esta época, Rodrigo viajaba de Madrid a Asturias en un descapotable y alternaba las empresas con los cenáculos políticos. Con la democracia, Ramón Rato acrecentó la presión sobre Fraga para que reclutara a su hijo menor en las listas electorales. Hay testigos de reuniones en Navia, Gijón,Madrid.... en las que Ramón Rato trató de persuadir al gran «patrón» de la derecha española sobre las virtudes políticas de su vástago.

Lo que no consiguieron las rogativas lo lograron los cheques. Ramón Rato hizo aportaciones a AP hasta que logró que su benjamín concurriera en listas en los comicios generales de1979. En su primer mitin, en Valdepeñas, Rodrigo reunió una audiencia de ocho personas. No obtuvo el acta de diputado. La derrota de AP fue enorme. En las siguientes elecciones, las de octubre de 1982, AP cosechó otro revés, pero Rodrigo Rato, en medio de la derrota, salió triunfante como diputado cunero por Cádiz.

Rato siguió perteneciendo a consejos de empresas agroalimentarias, radiofónicas, inmobiliarias, constructoras, de viajes y otras, todas ellas propiedad de su padre, pero cada vez más la política lo fue absorbiendo. Se fue integrando en un subgrupo de nuevos valores de la derecha que conformaron lo que se dio en llamar el club de los «jóvenes cachorros». Fue ahí donde conoció e intimó con el joven inspector de Hacienda José María Aznar.

La renuncia de Fraga tras un nuevo revés electoral llevó a los «jóvenes cachorros» a la oposición interna en el partido durante el mandato de Antonio Hernández Mancha (1987-1989) pero recuperaron con creces todo el protagonismo cuando Fraga dio un golpe de mano, exigió la renuncia de Mancha y recobró el control. Cuando en 1989 Fraga planteó su definitiva sucesión, Rato fue uno de los cuatro comisionados que en agosto viajaron a Perbes, residencia veraniega del fundador, para convencerlo de que no dejara el partido en manos de Isabel Tocino, como era su propósito, y que promoviera a Aznar.

La entronización de quien era presidente de Castilla y León como jefe de AP en 1990 supuso el espaldarazo definitivo a Rato, quien en aquellos años y en los catorce posteriores pasó por ser el dirigente más cercano al nuevo presidente. Los dos matrimonios (Aznar y Rato) se hicieron íntimos y compartieron jornadas electorales y algunas vacaciones.

El respaldo del resto del grupo parlamentario y de Fraga había llevado a Rato un año antes, en 1989, a la portavocía y eso lo convirtió, entre 1989 y 1996, en la cara visible de AP y PP en el Congreso y en el gran azote de los socialistas. Parlamentario duro, muy incisivo y con el recurso hábil a la ironía norteña, Rato fue perseguidor del felipismo. En 1996 el PP, con una victoria en minoría, asumió el Gobierno en parte gracias a los buenos oficios de Rato. Por sus negocios en Cataluña, los Rato tenían buenos contactos en el nacionalismo catalán y Aznar lo puso al frente de las conversaciones con los catalanistas y con los nacionalistas vascos. La economía española e internacional llevaba unos años (desde 1994) recuperándose de forma gradual de la recesión de 1992-1993, que había interrumpido el intenso crecimiento vivido entre 1985 y mediados de 1992.

Fue en este contexto durante los ocho años (1996-2004) de Rato y Aznar y los cuatro de la primera legislatura del socialista Zapatero(2004-2008) cuando España protagonizó un alto crecimiento del PIB y del empleo y se instauró la etiqueta del «milagro español» , un modelode crecimiento raudo y desequilibrado que sucumbió a la crisis de 2008. Rato vivió entre 1996 y 2004 la etapa más estelar de su vida. Fue reconocido por los ciudadanos como el gran hacedor del empleo y el crecimiento. Rato negó que hubiese «burbuja» inmobiliaria y nadie prestó atención al riesgo creciente que estaban contrayendo el sector financiero, los ciudadanos y las empresas, y tampoco al progresivo saldo exterior negativo.

Todo iba bien y nadie quiso reparar en los efectos secundarios. Rato parecía el indiscutible sucesor de Aznar una vez que éste se había comprometido a no estar más de ocho años en el Gobierno. Pero Aznar receló de Rato, de su protagonismo popular y de su carácter y carisma. Y temió que su sucesor lo eclipsara. Más cuando en el PP Rato contaba con sectores afines que respaldaban su liderazgo. Aznar se inclinó por alguien aparentemente más gris como Mariano Rajoy.

El descarte de Rato como sucesor y la derrota electoral de Rajoy y del PP en 2004 convirtieron a Rato en mero diputado de la oposición. Su situación era incómoda para él y para Rajoy, que no contaba con sus servicios. Las gestiones del Gobierno de Zapatero en Europa y de Aznar en EE UU hicieron posible que Rato se convirtiera en el primer español en asumir la dirección del FMI. Su declive empezó entonces. La prensa económica de EE UU fue muy crítica con la gestión de Rato y con lo que consideraba una escasa dedicación al cargo.

La gran era del crecimiento internacional empezó a manifestar en 2007 que era un modelo insostenible. Los primeros síntomas fueron las crisis y rescate de dos fondos hipotecarios en EE UU. Siete días después, el 28 de junio, Rato anunció que dejaría la dirección del FMI el 1 de noviembre sin haber finalizado el mandato. Alegó razones personales. En agosto de 2007, tres meses antes de abandonar Washington, Rato había dicho en Brasil que la economía se enfrentaba a turbulencias «manejables» y que los fundamentos seguían siendo sólidos. Tampoco él vio lo que venía (la mayor crisis internacional desde la Gran Depresión) y eso fue una de las graves críticas que el FMI hizo a su gestión en un informe difundido en febrero de 2011. Con el crédito personal magulladoa, Rato encontró acomodo y unos contratos bien remunerados en España gracias al Santander, La Caixa, Unespa y Lazard, de cuyo presidente en España, Jaime Castellanos, era amigo y socio.

Bankia

La decisión del PP de Madrid de poner fin al mandato de Miguel Blesa en Caja Madrid le hizo ver la posibilidad de convertirse en banquero, como lo fueron su padre y muchos de sus parientes. Dio la batalla por el cargo y su pundonor por llegar al «olimpo» financiero abrió en canal a los dos sectores del PP madrileño. Rajoy impuso orden y en enero de 2010 Rato llegó a la presidencia de la segunda mayor caja de ahorros. Su ya menguante trayectoria aceleró su declive.

Heredó una gestión calamitosa de Blesa, amigo y compañero de oposiciones de Aznar. Intentó salir de ella por elevación con una gran fusión, pero el criterio de las afinidades políticas le llevó a aliarse con otras entidades «zombies» como Bancaja. Bankia, resultante de la fusión de siete cajas, tampoco cumplía los parámetros de solvencia y capitalización cada vez más exigentes de los reguladores, y salió a Bolsa. Todo saltó por los aires. Forzado por la pérdida de confianza del Gobierno del PP, dimitió el 9 de mayo de 2012. Bankia fue intervenida y rescatada. Costó más de 22.000 millones.

Ahora se ha destapado el escándalo de pagos millonarios (15,5 millones) no declarados a Hacienda de los que se beneficiaron consejeros y directivos de Caja Madrid y Bankia desde los tiempos de Blesa. Más allá de la discusión sobre ese festín de remuneraciones mientras se exigen rebajas salariales al conjunto de la ciudadanía, el panorama de un ex inspector fiscal (Blesa), un ex secretario de Estado de Hacienda (Estanislao Rodríguez-Ponga) y un exministro de Hacienda (Rato lo fue entre 1996 y 2000) cobrando con tarjetas opacas ha rebasado los límites más holgados de la tolerancia social.

Como en 1966, la banca ha vuelto a ser para los Rato, por segunda vez, «la base de su desgracia», una expresión usada por el padre de Rodrigo en una brevísima semblanza autobiográfica en 1979.

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