­De un día para otro, las candidatas pasan de tener nombre y apellido a convertirse en números, esos que llevan taladrados en el chasis (la manteleta), convirtiendo el desfile en una ronda de reconocimiento a gran escala. Empiezan a surgir voces en contra del anacronismo. La Junta Central Fallera tardó diez años en darse cuenta que, eligiendo ya a la fallera mayor entre trece candidatas „cuando desapareció la designación a dedo„, sobraba la figura de «suplente». Y así, de 1980 a 1989, una elegida no optaba al cargo máximo, pero se incorporaba cuando Ricard Pérez Casado abría el sobre.

El anonimato de las candidatas de las preselecciones sigue siendo uno de esos contrasentidos. Noche tras noche, las niñas y las adultas pasan a ser «senyoretes» o «xiquetes» con («en» o «amb») el número que le haya tocado. Eso se ha hecho, tradicionalmente, con la intención de que los jurados no conozcan la identidad de las falleras, de cara a evitar unas posibles influencias. Ahí empiezan las contradicciones. Si el jurado es de presidentes, éstos han convivido con las candidatas todo el año. Y los presentadores convierten en seres sin identidad a aquellas a las que los calificadores conocen de sobra y, por supuesto, el público conoce también al dedillo. Y más en una época marcada por nuevos aspectos: las redes sociales, que meten en los hogares la identidad de las candidatas en los días previos; las pancartas, donde la candidata de turno recibe ánimos señalando su nombre y apellido y las nuevas liturgias en el «falleramayorismo», que incluye como novedad cada vez más extendida el «homenaje a las candidatas».

Si el sector se ve incapaz de conformar un jurado propio, prefiere pasar la responsabilidad al ente superior, la Junta Central Fallera. El secretario general de turno debe confeccionar un quinteto sin relación con las candidatas en liza.

Dando por hecha esa neutralidad, también resulta ilógico que el jurado de Junta Central Fallera tenga que desconocer la identidad de la candidata. Teóricamente. «Al jurado le digo que no le pregunte a las candidatas ni cómo se llaman ni de qué fallas son. Si: es verdad que, a estas alturas, es absurdo, porque los nombres y las fotos de las candidatas están en la calle. Pero es la única forma de salvaguardar una cierta estética. Al inicio de la semana te llegan las quejas: "Oiga, a mi hija le han preguntado de qué falla es". Aunque sea una forma de empezar una conversación. Estamos con un tema muy sensible, en el que cualquier gesto o cualquier pregunta se magnifica. No preguntar y que lleven número no es algo que quede especialmente bonito, pero todavía es la única forma de preservar esa igualdad para todas» asegura el secretario general de la Junta Central Fallera, José Martínez Tormo.

La elección final de septiembre, sí que se despojó de los números hace tiempo. Sólo se utilizan como herramienta para el jurado durante las pruebas. Una vez en la Fonteta desfilan sin él y son anunciadas con el nombre, el de la comisión y el del sector.