Sin llegar al «busque, compare y si encuentra algo mejor...», Cristina eligió afiliarse a la comisión Canupi hace ocho años. «De muy pequeña había sido fallera de Nador, pero llevaba años sin ser y tenía ilusión por volver a ser fallera. Sabía que, cuando creciera, volvería a apuntarme. Conocí la comisión en una fiesta de San Juan, me abrieron las puertas y no pude tomar mejor decisión». Y a pesar de ser una comisión con años a sus espaldas, si fuera elegida estrenaría el palmarés cortesano de la misma.

Hace cinco años empezó a trabajar en un despacho de seguros y celebra su posición de trabajadora indefinida. «Me gusta más la atención al cliente que la calle» y este año fue fallera mayor cumpliendo una promesa propia. «Sabía que, tarde o temprano, acabaría siendo fallera mayor. Le tocaba a otra chica, pero al final se retiró y no me lo pensé, desde luego. He podido cumplir lo que tanto tiempo esperaba. Y ha sido un año excepcional, en la que ha salido todo bien».

Con 28 años forma parte del grupo de preseleccionadas casadas. Lo suyo es perdurable porque cuenta la relación no por el estado civil, sino por la relación, que son «diez años»; o sea, desde los 18. «Este año lo he apuntado a la falla» y ya puestos, si las casadas ya han formado parte del grupo de privilegiadas, Cristina pide más. «Hace tiempo que hemos evolucionado en la fiesta. No es cuestión ya de que salga una casada. ¿Por que no más de una?». De momento ya ha dado un paso que el año anterior le fue esquivo. «Mi fallera mayor no se presenté y lo intenté. Ya sabía que, si no salía, tenía el cargo de la falla preparado para mi». «Tenía una ilusión enorme, tanto por la preselección como por la final» y en quien posó la mirada fue «mi madre».