­El fenómeno de la emigración ha cambiado el perfil del ciudadano de Valencia. Pero no tanto el de aquellas personas que ingresan en las comisiones de falla: antes de hacerlo hay que aterrizar en la ciudad, asentarse, conocer la fiesta y, ya en el último caso, si gusta y se puede, apuntarse. Se han dado muchos pasos y ciudadanos de todas las nacionalidades imaginables forman parte ya del censo fallero e incluso de las juntas directivas. Lo que aún cuesta es encontrar casos como el de Manuel Candela-Beatriz Tortosa. El pasado fin de semana, la comisión tuvo «l´honor de nomenar fallera major de la comissió a la senyoreta... Lora Georgieva Ruseva».

«Llegué a Valencia con nueve años. Mi padre era policía de investigación y mi madre, administrativa. Se quedaron sin trabajo y decidieron probar viniendo a España». La historia de miles de familiar de allí y de aquí. Salieron de la ciudad de Tryavna, pero no la abandonaron. «Allí viven mis abuelas y el resto de mi familia. Procuro ir todos los años». Pero primero, la niña tenía que adaptarse a un mundo nuevo. «Llegué sin conocer el idioma ni las costumbres. Tardé unos seis meses en adaptarme, pero a partir de ahí, todo me fue muy bien».

Cambió costumbres, idioma y hasta alfabeto, que el búlgaro se escribe en cirílico. Y entre tanto y tanto, cuando llegaba marzo, Lora vería que la ciudad se transformaba. «Los primeros años viví las fallas a pie de calle. Los monumentos, la actividad...».

Con quince años conoció a un chico, Carlos Míguez Moscardó quien le dijo que existía un lugar, llamado Manuel Candela-Beatriz Tortosa, que le gustaría mucho. Los Míguez Moscardó son históricos en la comisión. Traspasó las puertas del casal, «me quedé y allí continúo con él». En la falla cuentan que ha estado adscrita a diferentes delegaciones con entusiasmo y sólo le faltaba la ascensión al trono. «Ya el año pasado empecé a pensármelo. Y ha sido en éste». A los 26 años, siguiendo el parámetro tan extendido de fallera mayor con estudios acabados „de auxiliar de veterinaria, aunque ahora mismo trabaja en una perfumería„. El pasado domingo fue su exaltación, luciendo una tela gris comprada en l´Agulla d´Or «que me ha confeccionado Sonia Gironés, que me ha hecho un trabajo increíble y el aderezo era de Bonora» dice con la felicidad propia de una reina recién coronada. Vino su abuela desde Bulgaria «y fue todo de una emoción enorme». La mantenedora su futura suegra, Lola Moscardó.

«Lo más difícil, explicarlo»

Cuando el presidente Juan José García le impuso la banda, Lora pasó a ser la fallera número cincuenta de la historia de una comisión que ya tiene 60 años de existencia. No todo es fácil en un reinado hispano-búlgaro. Sobre todo «explicar allí lo que significa ser fallera mayor». Tanto, seguramente, como explicar lo que son las fallas.

Aunque habla con la fluidez propia de quien está hecha a la vida y costumbres valencianas, sin acento de ningún tipo, no reniega para nada de su origen. «En casa seguimos hablándonos en búlgaro y procuramos mantener algunas costumbres, celebraciones y la comida». Pero piensa en modo valenciano. «A cualquiera que viniera a vivir aquí le recomendaría apuntarse a una falla. Es una fiesta, una forma de relacionarse, de vivir... yo ya llevo diez años en la falla y cada día es una experiencia mejor. Y este año será inolvidable».