«Que nuestro trabajo no sea devorado por la indiferencia o por el olvido. En todo caso, por las llamas, que es para lo que se hicieron». Así expresó el maestro mayor del Gremio de Artistas Falleros, José Ramón Espuig, su declaración de intenciones para con la profesión, que ayer celebró una nueva edición de su fiesta gremial. No corren buenos tiempos para la profesión, eso es incontestable y ésta se retuerce contra sus propios problemas, metida en un círculo vicioso penuria económica y precariedad laboral coincidiendo en el tiempo con esa declaración de Patrimonio de la Humanidad que cualquier profesional del ramo podía mirar, en el mejor de los casos, con escepticismo. «El artesano es rebeldía a perder esa cualidad, huyendo de todo lo que es industria. Y sólo mantener eso ya es, en sí mismo, un verdadero arte. Seguiremos impactando a todo aquel que nos vea, aunque somos todavía demasiado poco conocidos». Y pidió por ello el apoyo de las instituciones «para garantizar la perpetuidad de un oficio que es único».

Era una forma de recoger el ofrecimiento que, apenas unos minutos antes, hizo el concejal de fiestas, Pere Fuset, quien invitó a los artistas a «apretar a las instituciones porque lo merecéis. A todas: a la local y a la autonómica, pero también al Gobierno de España y a la Unión Europea. En las fallas son importantes la carpa, la verbena, pero las fallas son imprescindibles y éstas sólo se pueden sacar adelante con el trabajo de los artistas». Pero si los procesos productivos empiezan a ver desaparecer la figura del «artesano», pero eso se acepta tácitamente por mor del progreso, lo que, cuando desaparece, tiene menos remedio es el cierre de un taller, tal como ha sucedido con demasiada frecuencia últimamente.

Precisamente ese es el aspecto fundamental en el futuro de la profesión: ser una especie en peligro de extinción. Y por eso seguramente, los próximos cuatro años serán importantes. Y quien detente la titularidad del Gremio de Artistas tiene por delante la obligación de salvar a sus colegas, más que, simplemente, hacerse visible en el mercado. En los próximos meses se conocerán quienes encabezan las candidaturas. Precisamente, ayer se producía ese momento curioso en el que un posible candidato, Espuig, le entregaba el Ninot d´Or a otro posible candidato, Jordi Palanca. Este último hizo un cumplido homenaje a los artistas con los que ha trabajado en los 25 años de ejercicio, que son los que le dan derecho a recibir la distinción.

Espuig todavía no ha confirmado si presentará candidatura «aunque es más que probable que sí» y lo justifica en que «hemos avanzado mucho en estos cuatros. Nos hemos reunido con todas las instituciones, y ahora toca el momento de dar un nuevo giro, más importante, a todas las negociaciones. Hemos empezado el camino que ahora hay que continuar».

Además de Palanca, recibieron la distinción Jesús Andreu y Pilar Luna. Con carácter honorífico, las dos falleras mayores de València, el edil Pere Fuset, el indumentarista Enrique Marzal y las comisiones de Periodista Azzati y Calixto III. Así mismo, se reconoció la trayectoria de los artistas jubilados: Ramón Espinosa, José Merenciano y José Acebes.

La jornada también sirvió para premiar las dos mejores escenas dedicadas a la profesión. Xavier Herrero se llevó la de falla grande y Teodora Chichanova la infantil.