El vendaval se levantó sobre las dos de la madrugada del miércoles al jueves. Y las horas transcurridas prácticamente hasta mediodía de ayer fueron en un permanente sinvivir por las comisiones y los artistas. Nada hay que teman tanto los profesionales como al aire desmedido. Mucho más que el agua. A la hora de la verdad, y viendo la velocidad que llegó a tener, se puede hablar de verdadero milagro que no hubiera muchos más desperfectos estas fallas.

El más grave lo sufrió Pintor Segrelles, que vio cómo un remate de la obra de José López «Selfa» se iba al suelo: un oso panda y otros elementos ornamentales. También mirando hacia arriba se entendía la causa: el «sacabutx» (la pieza que la unía con el centro de la falla estaba trazada en ángulo de 45 grados. Algo que se alaba como «riesgo» en una composición, pero que con el aire que hacía se convirtió en una trampa mortal. La madera se tronzó, arrancada literalmente, y no sólo derribó la pieza, sino que se antojaba irrecuperable. No quedaba mucha más opción que arrimar el oso, convertirlo en una pieza de las escenas, y limpiar el resto de trozos rotos.

A primera hora de la tarde, en los estertores del huracán, el accidente llegó en Císcar-Burriana, donde se vino abajo, desde una considerable altura, el hacha que sostenía uno de los guerreros del remate. En su caída alcanzó en la cabeza a una persona, que sufrió heridas por las que tuvo que ser atendido.

Aunque parezca un milagro, estos fueron los desperfectos de mayor importancia. Durante todo el día se estuvo especialmente pendiente de demarcaciones peligrosas, como Exposición o Na Jordana, esperando que pudieran pasar la dura prueba sin sufrir daños, como así fue. Y es que hay determinados lugares donde el riesgo del aire es muchísimo mayor: son los espacios abiertos o los cruces en los que las fincas hacen «chimenea». Es cierto que ha habido mucha previsión a la hora de afianzar los centros de falla, llenándolos con los sacos de arena, pero las partes superiores, si el viento se excede de velocidad, ni el hierro garantiza la invulnerabilidad.

Varias fallas infantiles se vuelan por el aire

También las fallas infantiles pueden sufrir el rigor del viento. Algunas como Camino de Moncada-Pintor Jacomart o Luis Lamarca-Velázquez volcaron literalmente toda o en parte y obligó a hacer un esfuerzo de restauración de las obras a los artistas. En otros cruces también tuvieron que sujetar sus figuras. Las medidas máximas de los monumentos pueden permitir la existencia de fallas altas, pero no lo suficientemente anchas como para que se sujete.