Los clavarios y clavariesas de Sant Vicent Ferrer de Aldaia celebraron ayer el día grande de su festividad, con el que culminaron un fin de semana repleto de actos que han hecho las delicias de todos los niños que conforman el colectivo. El programa festivo finalizó con la tradicional procesión del santo, que comenzó a las siete de la tarde y a la que los pequeños acudieron ataviados con sus mejores galas. En esta ocasión, como ya es tradicional, los menores acudieron con un traje idéntico salido de las manos del sastre que, cada año, se encarga de hacer el vestuario de los clavarios (14 niños y dos niñas que el año pasado tomaron la Primera Comunión).
La fiesta comenzó el pasado viernes, aunque según Isabel García, madre del clavario mayor, Héctor Reina, «en realidad hay detrás un año entero de preparativos y trabajo». Ella misma fue clavariesa mayor en su niñez (el cargo se elige por sorteo) y estaba «convencida» de que su hijo también repetería. «Sabía que iba a ser así —contaba ayer—. Algo en mi corazón me lo dictaba y, tal vez por eso, prácticamente ni me sorprendió cuando lo nombraron».
La representación del «miracle» que tuvo lugar el viernes fue el pistoletazo de salida para un intensísimo fin de semana que se prolongó hasta ayer por la noche. En la madrugada del sábado, los pequeños vivieron también un emotivo instante con «les albaes», que recorrieron toda Aldaia para cantar a cada uno de los clavarios.
Ya el sábado se celebró la recogida y una eucaristía para, en las horas vespertinas, dar paso al tradicional bautizo, un acto que rememora el momento en que Sant Vicent tomó las aguas bautismales y que, este año, tuvo como protagonista a la pequeña Carmen Moreno.
El domingo fue la jornada grande. Empezó con un volteo de campanas que anunciaba la festividad y al que siguió la recogida de clavarios y clavariesas, ya ataviados con sus galas especiales para ese día. Tras la misa en honor al santo, se disparó una «mascletà» y, ya por la tarde, a las 19 horas, se celebró la procesión que cerraba el programa festivo.
«Es un año de mucho esfuerzo —señaló ayer Vicent Carcelén, padre de uno de los clavarios—, pero merece la pena porque entre los padres y los niños se crea una amistad preciosa». Los pequeños, además, disfrutan «muchísimo» de la fiesta, tal como ayer confirmó Héctor Reina, quien recomendó la experiencia «a todo el mundo».