Vicente Olmos asegura que vivir de la música es precioso pero muy sacrificado, «Un día sin tocar lo notas tú, dos lo notan tus compañeros, tres días los nota el público».
¿Cómo comenzó en el mundo de la música?
Empecé en la banda primitiva de Paiporta. Pero mi primer contacto con la música fue en frente de mi casa. Había un solar donde ensayaba una banda de cornetas y tambores, y yo le dije a mi madre que quería empezar. Ella me dijo que no, que mejor me apuntaría a la banda, y eso hizo. La trompeta vino por cabezota. (ríe)
¿Cómo supo que quería dedicarse a la música de forma profesional?
Eso no se sabe, eso te lo da la vida. Vas haciendo camino, te empiezan a llamar de sitios para que toques, ganas experiencia, seguridad y al final dices: «Esto está muy guay».
¿Cómo dio el paso de salir de Valencia?
Tenía que buscarme la vida. Desde siempre sabes que si te quieres dedicar a esto has de salir de Valencia. Tenemos asumido que aquí no hay sitios para todos, es como la NBA en el baloncesto, hay muchos con mucho nivel.
¿Qué momento de su carrera musical recuerda con más emoción?
Creo que cuando tenía 26 años y fui al Concurso Internacional de Trompeta de Ginebra. Es para mí como el equivalente a un mundial de fútbol. Yo fui principalmente para comprobar mi nivel en cuanto a los trompetistas internacionales, pero por otro lado no quería escucharles para no ponerme nervioso. No tenía mucha confianza en mí mismo. Quedé finalista, en cuarto puesto. Eso es algo que siempre recordaré.
¿Cuáles son sus planes a partir de ahora?
Pues dar a conocer nuestro nuevo disco que presentamos el pasado junio y seguir con mi trabajo en la Orquesta Sinfónica de Bilbao. Pero de momento quiero disfrutar de mis vacaciones en Valencia con mi familia.
